jueves, 22 de abril de 2021

Para reflexionar en este tiempo "una nueva vejación a las FFAA"

El procesamiento de oficiales y suboficiales por supuestos hechos ocurridos en la “Guerra de las Malvinas” constituye otro triunfo de la ideología sobre la ley


La Cámara Federal de Comodoro Rivadavia acaba de confirmar los procesamientos y la continuación de la persecución penal contra oficiales y suboficiales del EA por la imposición de castigos a soldados en la Guerra de Malvinas.

Los hechos ocurrieron en las islas entre abril y junio de 1982, pero los afectados los denunciaron judicialmente en 2006; es decir, solo luego de 24 años, por lo que los supuestos ilícitos se encuentran irremediablemente prescriptos. Así lo había declarado el mayor tribunal penal del país, la Cámara Federal de Casación el 13 de noviembre de 2009 en el fallo “Taranto, Jorge Eduardo”, revocando un pronunciamiento de la misma Cámara de Comodoro Rivadavia que había considerado (en hechos idénticos a los ahora juzgados) que no operaba la prescripción de la acción porque se trataría de delitos de “lesa humanidad”, considerados imprescriptibles. El voto de la mayoría de la Cámara de Comodoro Rivadavia se alza ahora contra ese precedente específico.

“Las faltas y los delitos cometidos en una guerra asumen una importancia y gravedad mayúscula y tienen previstos en todos los casos severísimas penas”, sostener que los oficiales y suboficiales del EA, como consecuencia del ejercicio de ese poder disciplinario, llevaron a cabo durante la Guerra de Malvinas un plan de ataque sistemático y generalizado contra sus propios soldados es una afirmación que ofende a la verdad y constituye una nueva afrenta injustificada a los miembros de nuestras FFAA.
La repudiable discriminación que significa el desconocimiento del instituto de la prescripción y la aplicación retroactiva de la ley penal que vienen sufriendo tanto ellos como los miembros de las fuerzas de Seguridad y civiles en los juicios de lesa humanidad por los hechos de los años ´70, viene a ser reiterada por este fallo, impulsado por los organismos querellantes en base a los mismos argumentos ideológico-políticos sostenidos en aquellos juicios, dirigidos a abolir la igualdad ante la ley, consagrada en la Constitución Nacional para todos quienes habitan nuestro suelo.

A más de un cuarto de siglo de aquellos episodios, se vuelve a violar la garantía de los ciudadanos a que le sean determinados sus derechos en un plazo razonable, contenida en la Convención Americana de Derechos Humanos, sumiéndolos en una perenne inseguridad jurídica que sienta nefastos precedentes. Como bien lo señalara la Cámara de Casación en el fallo “Taranto”, el crimen de lesa humanidad requiere que sea materializado en el contexto de un ataque generalizado o sistemático a una población civil, así lo señala el Estatuto de Roma, que es el que tipifica este delito, y que entró en vigencia para la República Argentina a través de la ley 25.390 del 16 de enero de 2001. Se trata de un tratado internacional que, en su artículo 24, prohíbe su aplicación retroactiva, el supuesto ataque ni es generalizado ni es sistemático y las supuestas víctimas tampoco son civiles, sino soldados que cumplían con el SMO y, por tanto, asimilados a ese estado.

La doctora Hebe Corchuelo de Huberman, autora del voto disidente de la Cámara de Comodoro Rivadavia, agrega que los actos denunciados respondieron en todos los casos a la propia iniciativa de los superiores como respuesta sancionatoria a la comisión de faltas de las supuestas víctimas, coligiéndose de ello la inexistencia de un plan pre-organizado.
El fallo constituye un agravio para nuestras FFAA y la memoria de todos los combatientes, porque más allá de las diversas opiniones sobre el acierto o no de la opción bélica; de las causas políticas que habrían impulsado la decisión del gobierno de facto en aquellos momentos y de diversas soluciones que pudieron haberse adoptado antes o después de la guerra, lo cierto es que tanto los analistas nacionales e internacionales como el propio enemigo, resaltaron la valentía con que las fuerzas argentinas se batieron en la dura y desigual batalla librada contra una de los más poderosas fuerzas armadas del mundo.

Basta ver las crónicas de la impecable operación militar de la toma, sin víctimas inglesas y con una sola baja, la del CF Pedro Edgardo Giachino, primer hombre que ofrendó su vida en dicha guerra; la bravura de tantos caídos en los numerosos combates, muchos de ellos cuerpo a cuerpo; los que se batieron y cayeron en el mar y los relatos de sus heroicos comportamientos, y pensar no solo en los 49 pilotos de aviones muertos en combate, sino en los numerosos hombres que se subieron a su aeronave sabiendo el número de los que ya habían perdido la vida en las operaciones, para dimensionar el grado de heroicidad exhibido por tantos efectivos profesionales de las FFAA y FFSS y de la Marina Mercante así como de tantos conscriptos que actuaron con destacado coraje


“Si el olvido y la ausencia de reconocimiento oficial a tantos héroes muertos y heridos en la conflagración bélica resulta una deuda social vigente con los combatientes, la persecución penal a los oficiales y suboficiales que actuaron en la guerra resulta un absurdo legal que vuelve a estigmatizarlos y nos muestra ante el mundo como una nación que no sólo no honra, sino que castiga a sus mejores hijos ¡aquellos que cumplieron el juramento de defenderla hasta perder la vida!”.



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Para reflexionar en este tiempo

Libro "Loco, vano y mal cristiano", por José Martiniano Duarte

Presentación del libro "Loco, vano y mal cristiano", Aldo Rico junto a Martiniano Duarte (Fuente: wikipedia)

Artículo/comentario "De Malvinas a la Operación Dignidad", por Agustín De Beitía

El vínculo entre la sublevación militar de la Semana Santa de 1987 y la guerra contra el terrorismo de los años ´70 es evidente, se sabe que el acuartelamiento fue para rechazar la orden de entregar a oficiales medios y jóvenes, frente a las primeras citaciones judiciales. Menos visible es en cambio el hilo que une aquella insubordinación con la Guerra de Malvinas, elucidar las causas profundas, motivaciones y traiciones que hay detrás de esa protesta, a la que se dio el nombre de Operación Dignidad, está en el núcleo de esta biografía de Aldo Rico escrita por el Cnl (R) José Martiniano Duarte con admiración, pese a su título provocador de “Loco, vano y mal cristiano”.

En el centro, con boina y anteojos, el Tcnl Rico acompañado por los camaradas en la ocupada Escuela de Infantería. (Fuente: wikipedia)

Duarte (La Paz, Entre Ríos, 1951), integró la Compañía de Comandos 601 durante la Guerra de Malvinas y cinco años después participó de la sublevación liderada por el Tcnl Aldo Rico, es a la vez protagonista y testigo privilegiado de ambos acontecimientos, con acceso a numerosa información, fuentes, anécdotas y entretelones, que ayudan a iluminar cómo se llegó a esos cuatro dramáticos días y, sobre todo, quiénes eran los protagonistas.

La tesis que plantea es que la inédita ruptura de la cadena de mandos en el gobierno de Alfonsín, que había empezado mucho antes, se hizo evidente en Malvinas, donde la pérdida de confianza de la oficialidad joven en la conducción militar abrió una fisura. Las razones de esa fisura se van desgranando con el correr de las páginas y abarcan desde fallas de previsión y planificación, hasta errores de cálculo o desinformación sobre el avance enemigo, lo que puso a los comandos ante misiones suicidas. El quiebre se dio ya en democracia, ante lo que se percibió como una traición: “el intento de adjudicar a excesos de los oficiales más modernos la culpa por las aberraciones de la guerra contra la subversión”.

Rico, que fue la cara visible de esa sublevación de Semana Santa contra el generalato, una protesta que abarcó a "la mayoría de los oficiales", según se afirma aquí, encarna el espíritu insumiso, su liderazgo, que ya era legendario entre sus camaradas por su actuación en Malvinas al frente de la Compañía de Comandos 602, pero incluso mucho antes, le permite al autor narrar en torno a su figura una serie de hechos que dejaron profundas divisiones en la sociedad.

Hay un acierto en la forma de narrar este proceso. Duarte introduce al lector en medio de la acción, con Rico y su compañía en pleno vuelo hacia las islas, para luego dar un salto atrás hasta su infancia y luego volver a la contienda. La alternancia entre la aventura de los comandos en Malvinas y el desarrollo de la sublevación, ya en democracia, sostiene el ritmo narrativo y refuerza la idea de una causa-efecto, y esto, sobre todo, porque los capítulos dedicados a contar las incursiones de los comandos en los montes Simon, Kent, Wall y el Cerro Dos Hermanas, son electrizantes.

El trabajo de recreación está muy logrado, con ricas descripciones de los escenarios y de las dificultades que imponía también la naturaleza en las islas, para lo cual Duarte volvió a visitar aquellos cerros, ríos de piedra y turbales que "desorientan con su monotonía". Entre estos dos episodios históricos, contados en paralelo, "lo que se expone es la brecha creciente de una oficialidad joven que aquí se describe como profesional y ajena a la política, que no hizo golpes de Estado pero paga las culpas, y que no ordenó la recuperación de Malvinas pero sí combatió", con generales que todavía en democracia seguían siendo los mismos del Proceso. Duarte ofrece una reflexión honesta, señalando ingenuidades propias y ajenas, el fondo de la cuestión, aquello que atraviesa toda esta historia, es el reproche de una generación de militares que, subraya Duarte, fue tomada como "chivo expiatorio" de toda una sociedad gracias a "una fabulación", un relato que (añade con razón) "fue un bálsamo" para muchos, a los que les permitió aliviar sus conciencias y ahorrarse "meas culpas".

Es posible, sin embargo, preguntarse si no hay una sobre-estimación de factores internos que llevaron a esa situación, aquí los generales aparecen como traidores y autores de una maniobra "apoyada por la Coordinadora Radical", pese a que más adelante se desliza, con más realismo, que desde el gobierno (facciones de la UCR que habían simpatizado con las organizaciones armadas subversivas) e importantes sectores de la sociedad persistía el rencor y la visión ideológica que alimentaba la sed de venganza, fue ese gobierno el que exculpó y victimizó a los subversivos.
Esta última apreciación debería llevar a cuestionarse quién cumplió en realidad el papel de meras "comparsas" de la maniobra. Duarte admite que con el paso del tiempo, el enojo de los carapintadas contra la cúpula militar se dirigió a los partidos políticos.

Coronel Seineldín, líder de los levantamientos de Villa Martelli y del 03/12/1990. Veterano de Guerra de Malvinas como Jefe del Regimiento de Infantería 25 con asiento en Sarmiento, Chubut (Fuente: wikipedia) 
No fue el único levantamiento, y el autor señala disidencias con los otros, como Monte Caseros, y también los liderados por Seineldín (Villa Martelli y el del 3 de diciembre del 90), antes de repasar el ataque a La Tablada, que permite entender la indignación de los carapintadas.

MODIN - Movimiento por la Dignidad y la Independencia (Fuente: wikipedia)
Pero, como podrá ya intuirse a esta altura, ésta es una biografía “sui generis” de Rico, quizás sea más apropiado hablar del retrato de una generación de militares,  aunque es verdad que, en los últimos capítulos, donde se narra la creación del MODIN y el paso de Rico por la política, el líder de aquella insubordinación vuelve a ocupar el centro de la escena, tal vez como una forma de anticipar un regreso a la arena política.