lunes, 4 de abril de 2011

Desembarco en Malvinas

Desembarco en Malvinas... historia de Heroes!
de NUNCA NOS OLVIDEMOS DE NUESTROS HEROES, el Lunes, 04 de abril de 2011 a las 13:12
La historia contada por sus protagonistas... Relato del Teniente de Fragata (Buzo Táctico) Diego Fernando García Quiroga, participante de la recuperación de las Islas Malvinas el 2 de abril de 1982.
Al destacarme, mi Comandante me había adelantado que la operación consistiría en tomar Puerto Stanley, lo que prima facie era tarea clásica de los Comandos Anfibios (Combate en localidades), mientras que los Buzos Tácticos marcaríamos, limpiaríamos y aseguraríamos la playa para el desembarco de la Fuerza principal, operando desde un submarino.

Esta última tarea sí, era la típica operación de Buzos Tácticos, por lo que yo no dejaba de sentirme algo fuera de mi función, a lo que mi Comandante (Capitán Cufré) me aclaró que nuestra comisión a la Agrupación de Comandos Anfibios obedecía a dos razones fundamentales, como eran la capacitación técnica de algunos de nuestros hombres (había que tomar la usina de Puerto Stanley y mantenerla funcionando) y mi dominio de inglés.

Ya en claro con mi tarea, procedí a hacer algunos cambios (no precisaba nadadores, sino hombres serenos y maduros, capaces de cumplir su misión sin provocar bajas innecesarias) y a seleccionar nuestro armamento. Fui el único que eligió un arma corta (ametralladora Halcón), los demás llevaban a sus respectivas "novias", los fusiles F.A.L. Para (fusil especial de paracaidista).

Había logrado cambiar mi turno de guardia por el de otro día futuro, y me encontraba en estos preparativos cuando llegó el Teniente Robbio (mi 2° Comandante), con quien me une una amistad de 15 años Venía en su automóvil con su señora y la mía, ya que probablemente yo no pudiera pasar por mi casa antes de partir. Mi señora me trajo dos libros para el viaje: "De la Guerra" de Karl Von Clausewitz y "American Short Stories". No he vuelto a ver este último y a veces lo imagino como lectura de una trinchera posterior al desembarco.

Alrededor de las 22.00 se decidió posponer la zarpada de la columna hasta 01.00 del día siguiente, con lo que pudimos ir a nuestros domicilios durante 2 horas, vestidos con uniformes de combate.

Durante esa noche, me enteraría mucho después, zarpó el submarino ARA Santa Fe con la Agrupación de Buzos Tácticos a bordo, rumbo a su exitosa misión en las Malvinas.

Una vez que alojamos al personal que venía con nosotros en el BIM N° 2, nos dirigimos ala Cámara de Oficiales, donde encontramos a los demás presuntos participantes de la operación. El Capitán Giachino no se encontraba aún y, salvo por el teniente Lugo -que parecía ser de mi grupo- yo me sentí algo fuera de la cuestión. No obstante, la camaradería reinante aumentaba, quizá por sabernos en vísperas de grandes sucesos.

Llegado el Capitán Giachino (estaba también con nosotros el Teniente Alvarez) nos aclaró la formación de la patrulla y nos dijo que, a medida que la operación se fuera aproximando, iba a precisarnos más datos. Es en Puerto Belgrano -nos aclaró- "Eso sí lo pueden decir". Con el Teniente Lugo hicimos esa tarde una visita al Santísima Trinidad, a fin de coordinar horarios, estiba, etc. Esa noche, dormimos todos casi vestidos y no fue un sueño fácil.

A la mañana siguiente, luego de embarcar todo el material (la mayoría del cual quedó estibado dentro del hangar de helicópteros junto con el armamento), tomamos posesión de nuestras cuchetas y dispusimos un lugar del camarote para ubicar planos, fotos y datos del objetivo.

El 28 de marzo llevando a bordo a los Comandos Anfibios y un grupo de 8 Buzos Tácticos, el destructor zarpó, hecho lo cual y de inmediato, nos pusimos a la tarea de armar los botes asegurándolos en cubierta, en previsión de temporales.

La navegación transcurrió sin mayores novedades, con los buques en constante formación. Hacia el 30 de marzo el Capitán Giachino nos reunió para detallar la Orden de Operaciones y distribuir la patrulla. En total éramos 16 (se había agregado el Cabo Enfermero Urbina, cursante del Curso Comandos Anfibios) la patrulla se llamaba "Técnico" (luego sería "Techo") y se dividía así:

Grupo Rojo
Grupo Naranja
Grupo Verde
Grupo Azul
(bote 18)
(bote 18)
(bote 18)
(bote 18)
Cap. Giachino
Tte. Lugo
Tte. García Quiroga
Tte. Alvarez
Cabo Ortiz
Subof. Salas
Subof. Cardillo
Subof. Mansilla
Cabo Flores
Subof. López
Cabo Gómez
Subof. Gutiérrez
Cabo Varga
Cabo Ledesma
Cabo Urbina
Cabo Vargas
Rojo debía copar la comisaría, Naranja debía apoyar la acción de Verde, que era tomar la usina y apoyar luego a Rojo en su acción, para luego tomar la central telefónica. Azul debía destacarse antes de llegar al pueblo para neutralizar un campo de antenas al Este del mismo. Me pegué a Giachino. Él me ordenó: -"Háblele." Hice una bocina con mis manos y con toda mi voz grité el mensaje: "Mr. Hunt, somos marines argentinos, la isla está tomada, los vehículos anfibios han desembarcado y vienen hacia aquí, hemos cortado su teléfono y le rogamos que salga de la casa solo, desarmado y con las manos sobre la cabeza, a fin de. prevenir mayores desgracias. Le aseguro que su rango y dignidad, así como la de toda su familia serán debidamente respetados."

Esa tarde tuvimos acceso -en la Cámara de Oficiales- a fotografías de los objetivos, obtenidas por el Capitán Gaffoglio durante su gestión en Transportes Navales. Con ellas en mente y ante la carta, repasamos la operación hasta el cansancio. El Cabo Gómez llevaría la radio, con la que iríamos informando a la Fuerza mediante cortas frases en inglés.

Un día antes del desembarco -el 1° de abril- nos informaron un cambio de planes: debíamos tomar la casa del Gobernador, e inducirlo a convencer a la población acerca de lo inútil de una resistencia. Como misión colateral, debíamos marcar una pista de aterrizaje para el helicóptero que traería al primer escalón de apoyo, en una cancha de fútbol lindera.

El Capitán Gaffoglio se había transbordado y se encontraba con las fotos en el Almirante Irizar, con lo que no teníamos forma de saber cómo era el objetivo. No obstante, el Capitán Giachino se ingenió para obtener la mayor cantidad de datos posibles, y la sensación general era que no había custodia fuerte en la casa.

Hasta el momento de tocar la playa con los botes, la medianoche del 1° de abril, el gran miedo- aun para los que quedaban en los buques era que la operación no se realizara, cosa que sabíamos podía ocurrir en cualquier momento.

El ánimo estaba alto. Durante la reunión previa al desembarco, camuflarse bien, vestirse de traje seco, verificar el armamento, etc. el Capitán Giachino nos recordaba con voz serena en la penumbra de las luces rojas del taller en donde nos preparábamos: "Abran bien los ojos, porque para los que vuelvan, ésta será la primera vez que estarán en combate real y esa experiencia habrá que transmitirla."

Fuimos bajando a los botes a medida que nos llamaban, descolgándonos mediante pescantes construidos a ese fin. La noche era negra, oscura como pocas. "Ideal para un ataque" pensé. Manos que nos guiaban, que nos apretaban firmes, susurros de "Suerte" "Los esperamos", y alguien que me desliza un caramelo en la mano.

Los botes se encolumnan a popa del buque y una vez listos todos, zarpamos siguiendo las aguas del primero (Capitán Sánchez Sabarots). Eran 21 botes en total.

Hacía frío y la navegación era difícil, debido a la gran cantidad de cachiyuyos, invisibles en la noche (los cachiyuyos son una especie de algas que crecen en las rocas sumergidas). Este inconveniente desorganizó toda la formación quedándose atrás muchos botes y adelantándose otros. Al pasar al lado de un rezagado escuché el diálogo murmurado de sus ocupantes: ¿Che, Negro, pagarán Zona? (se refería en broma al suplemento que se cobra cuando se hacen trabajos especiales en la Zona Sur).

Llegamos a la playa en bastante desorden. Mi grupo y el del Teniente Alvarez éramos los encargados de dar seguridad, mientras los demás se quitaban la ropa de agua y luego rotábamos los puestos. Así se hizo y una vez que tomamos contacto todos (los botes habían llegado en cualquier orden) todos esperamos que la columna de marcha de la Agrupación de Comandos Anfibios desapareciera rumbo a Moody Brook, tragada por la oscuridad y nos pusimos en marcha.

Habíamos desembarcado algo más al Este de lo previsto, lo que impidió que diéramos con el alambrado al que habíamos referido nuestro camino en la carta, por lo que prescindimos de su uso y nos dirigimos directamente hacia la sombra de Sapper Hill, que adivinábamos al frente. El camino era difícil, tanto más que no se veía nada. La vanguardia de exploración estaba compuesta por el Capitán Giachino, los Cabos Ortiz y Alegre, a quienes seguía el Cabo Flores como navegante. Atrás seguía el grupo Naranja, luego el Verde y cerraba la marcha el Teniente Alvarez con el grupo Azul.

Durante la marcha, tropecé en la turba y caí de rodillas sobre una saliente rocosa, golpe bastante doloroso que hizo que el Capitán Giachino me destacara a la cabeza de la patrulla luego de los exploradores, en razón de la lentitud a que me obligaba el dolor. Deteníamos el avance más o menos cada 50 pasos, hasta escuchar los dos silbidos de los exploradores, indicándonos el camino libre. A medida que nos acercábamos al objetivo y el reflejo de las luces del pueblo permitía ver mejor, estas distancias de 50 pasos fueron agrandándose, lo que hacía que los exploradores se ausentaran por lapsos de hasta 20 minutos, en razón de lo cual volví a ocupar mi puesto en la patrulla.

Justo antes de ascender Sapper Hill, pasó un jeep Land Rover por el camino que seguía la base de la montaña, obligándonos a ascender a marcha forzada hasta la cima, en la cual hicimos el alto más prolongado de la marcha. Desde nuestra posición se observaba claramente el pueblo, y planeamos el desplazamiento en el frío de la noche.

El último alto significativo antes del asalto final se realizó al pie de una antena de radio situada al Sudoeste de la casa del Gobernador, aproximadamente a 1.500 metros. Allí caímos en cuenta de que habíamos perdido 2 hombres de "Azul", el Suboficial Mansilla y el Teniente Alvarez.

El tiempo apremiaba y seguimos adelante con esos hombres de menos, confiando en que se reunirían luego con nosotros, como afortunadamente sucedió.

El Capitán Giachino dio las últimas recomendaciones y recordó: "Usted Naranja (Lugo), ataca por la izquierda. Verde (yo): Déjeme llegar y venga conmigo." Azul no figuraba más, por lo que los hombres que quedaban se plegaron a mis movimientos.

El Capitán Giachino se destacó y lo siguió el Teniente Lugo con su grupo. Habrían pasado unos diez minutos cuando, al ver que Rojo no volvía, inicié el descenso hacia la casa. Durante ese descenso empezamos a escuchar muchos disparos desde el lado de Moody Brook. El Capitán Sánchez Sabarots estaba atacando. Casi inmediatamente, se inició el movimiento de vehículos en el pueblo y 2 camiones (uno de ellos con Marines) estacionaron en la parte trasera de la casa.

A esa altura, aún me hallaba a 400 o 500 metros de la casa, con mi patrulla sobre una elevación. Ya se escuchaban tiros entre lo que yo suponía era la patrulla de Lugo y los defensores de la casa de quienes me llegaban, con el viento, los gritos y las órdenes. Aún estaba decidiendo por dónde aproximarme, cuando escuché los gritos del Capitán Giachino que me llamaba hacia el frente de la casa.

Tras breve vacilación (¿sería rehén, estaría herido?) bajamos a la carrera y cruzamos una arboleda para descubrir al Capitán Giachino y a su sección desplegados en abanico frente a la casa. Me acerqué, mientras a mis espaldas se destacaban el Suboficial Cardillo y el Cabo Urbina para marcar el helipuerto (un calzoncillo largo con las piernas abiertas para indicar la dirección del viento, como si fuera una flecha).



No hubo respuesta. A una señal de Giachino, repetí el mensaje. No hubo respuesta.

"Tírele un granadazo", me dijo y tiré una granada que explotó en el jardín. Una voz contestó: "Mr. Hunt is going to get out..."

Esperamos lo que habrán sido 2 minutos y el Capitán Giachino me dijo molesto: -"¡Apúrelos, c...!" Repetí el mensaje y esta vez contestaron con ráfagas y con voces que decían: "Don't go (Mr. Hunt)."

El tiroteo se generalizó, y de pronto vi a los Cabos Flores, Alegre y Ledesma como cubiertos por una sábana color naranja. De inmediato comprendí que eran proyectiles trazantes que se originaban en el pueblo. Nos disparaban a través de la cancha de fútbol.

Nos tiramos al suelo con el Capitán Giachino y comenté: -"Jefe, si no entramos nos cocinan". Él me miró y me dijo: "sí, hay que entrar". Mientras lo decía, saltó una pequeña verja y llegó hasta la puerta. Atrás de él siguió el Suboficial Cardillo y luego los Cabos Flores, Ledesma y yo, pero no recuerdo en qué orden.

Derribada la puerta, nos enfrentamos a un pasillo largo y sin salida, salvo por una puerta lateral cercana a la entrada y que se hallaba cerrada. Cardillo trató de derribarla de una patada pero lo único que logró fue resentirse el pie, ante lo cual el Capitán Giachino rompió el vidrio con una granada y la abrió mediante el picaporte.

Esta puerta daba a una especie de sala aparentemente sin puertas, aunque luego los tres hombres que quedaron en la casa descubrieron en un rincón de la habitación una escalera que comunicaba con los altos.

A partir de este momento recuerdo todo como si fuera una película de cámara lenta: Giachino se dio vuelta y dijo -Por aquí no, hay que pegar la vuelta-. Salió con una granada en la mano (la que usó para romper el vidrio). Atrás de él, casi pegado, salí yo. Lo veía un poco más adelante, a mi derecha. Giró de pronto, como cayéndose. Gritó: -"Me dieron, Cristina, me dieron".

En ese instante sentí que me arrancaban el brazo. Fue como un hachazo, luego un empujón leve, indoloro y un fuego en el abdomen. Pensé en hablar, no sé que dije, llamé a mi mujer y me caí contra un pequeño cobertizo contra el que se incrustaban las balas. Vi el cielo, creí que me moría y pensé: ¿Será así?

El tiroteo seguía. A mi lado, mi Jefe de patrulla gemía, despacio. Me pregunté si él también moriría. Me desabroché la parka. No sentía mi brazo herido, solamente un fuerte dolor que lo anulaba. Quise moverme. Grité. Grité porque me dolía mucho y porque quería escucharme vivo. Me di cuenta de que Giachino llamaba al enfermero y empecé yo también a llamarlo a gritos, mientras me soltaba el cinto y me aflojaba el pañuelo del cuello. No dejamos de llamarlo hasta que escuchamos el grito de respuesta de ese valeroso cursante, informando que no podía, que lo habían alcanzado también.

Esperé, consciente de un dolor que crecía en mi espalda. Sentía que algo se movía detrás mío, sobre mi cabeza y alcancé a ver a un grupo de gansos, lo que aumentó mi angustia al imaginar la posibilidad de que picotearan en mis heridas, de las que no alcanzaba a ver ninguna.

De a ratos arreciaba el tiroteo y yo bajaba una pierna que tenía encogida para aliviar el dolor, consciente de que otro balazo sería demasiado.

Aparentemente (y como comprobé luego por declaraciones del Suboficial Cardillo) empecé a hablar en inglés, porque uno de los ingleses que nos había baleado me gritó que ordenase a los nuestros un alto el fuego y ellos mandarían al médico. Le contesté que no tenía aliento suficiente para gritar.

De pronto el Capitán Giachino me dijo: -"Pibe, ojo por si me desmayo, que tengo en la mano una granada sin seguro". Yo le pedí: -"Tírela, por Dios". Y él me contestó que no podía. Algo deben haber entendido los ingleses porque el que me hablaba me dijo que aquél de nosotros que tenía una granada la soltara. Al explicarle que no tenía seguro, él me dijo: -"que la ate y la deje al costado porque si no lo hace disparo. Voy a contar hasta cinco". Traduje ésto lo más rápido posible y el Capitán Giachino tomó vueltas a la granada con la correa de sus binoculares, la colocó en el suelo y giró para alejarse. Al girar, vi que tenía la espalda llena de sangre.

El resto de ese período que duró tres horas fue de una lenta espera por un helicóptero, cuyo ruido escuchamos más de una vez pero que nunca cruzó nuestro cielo. Yo escuchaba al radioperador de la casa (un inglés) pero acabé por no entender nada de lo que decía. Lloviznaba y pensé qué efecto tendría la lluvia en nuestras caras manchadas.

De pronto escuché un grito: -"Pedro, soy yo, Tito". Escuché que el Capitán Giachino contestaba: "Tito, apurate que no llego". Alguien se acercaba. Vi de pronto ante mí la cara del Almirante Büsser que me hablaba. Le dije: "El brazo no. Tengo un balazo". Vi al Suboficial Cardillo y al Cabo Ledesma que se apresuró a inyectarme. Un Marine rubio me cubría con una manta (¿Por qué? -pensaba yo- si no tengo frío). Alcancé a ver un jeep. Lo alzaban a Giachino. "Llegamos Jefe", creí decirle.

Me alzaron. Me metieron en un jeep. De nuevo el dolor. Una camilla. Los techos del hospital de Malvinas y dos médicos que me tijereteaban toda la ropa, haciendo caso omiso de mis quejas. Me dicen: "You're through, baby".

Luego el helicóptero. Ya todas son caras, algunas conocidas, otras no. El Rompehielos. La enfermería y más morfina. Comienza una sensación de asfixia que no me abandonará hasta el continente. Vuelvo a Malvinas y obtengo un pantallazo de los Buzos Tácticos con mi Comandante al ser subida mi camilla al avión. Quiero dormir.

Durante el trayecto, un hombre al que le debo la vida, me golpea constantemente la cara y me repite, a sabiendas de mi apellido: "Rodríguez, no te duermas".

Llegamos a Comodoro Rivadavia, ciudad que conozco desde mi infancia. Me recibe el doctor Zeballos, del Ejército Argentino. Me pregunta cómo estoy. ¿Qué puedo contestarle? Tuve la suerte de estar allí, con un grupo de valientes y probablemente tenga la suerte de vivir para contarlo. "Estoy feliz".

Salgo de un largo sueño para encontrar los ojos de mi señora, la cara de mi padre, el apoyo de mi Segundo Comandante, aún vestido de combate y con dos noches sin dormir. Me confirman el éxito de la operación. Pregunto por mi jefe y lo bendigo, ejemplo de muchos y orgullo de los pocos que tuvimos la suerte de conocerlo y estar a sus órdenes.

Semanas más tarde, convaleciente de otra intervención, mi 2° Comandante me entregó otra muestra de la fatalidad: es una navaja suiza que colgaba de mi cinto a la altura de la ingle. Tiene las cachas rotas, y un balazo justo en el centro. Sólo tengo la marca de la herida que me hubiera matado.

Aun así, hubiera valido la pena.

Fuente: "Operación Rosario", obra compilada por el Contralmirante IM (R) Carlos Busser.

De la madre del Cap GIACHINO - Gloria y Honor

Mensaje de la madre del primer caído en la gesta de Malvinas, Sra. María Delicia Rearte de Giachino. Para reflexionar...

MENDOZA 2 DE ABRIL 2011 PLAZA SAN MARTIN
" A 29 AÑOS DE LA GESTA”

A 29 años de aquel 2 de Abril de 1982, en que los argentinos despertamos con la realidad de algo que siempre pareció inalcanzable, que repetíamos en las clases de Historia más como una defensa inconsciente de la propia personalidad que de una posibilidad
efectiva de realización: "LAS MALVINAS SON ARGENTINAS", pero en esa madrugada "LAS MALVINAS ERAN ARGENTINAS"...
Cerca ya de las tres décadas de aquel Día único y memorable, es necesario que hagamos un balance de aquellos 74 que invadieron de fervor, de dolor, de honor, de sacrificio, de heroes y traidores, de euforias y derrotas, de admiración y calumnias, y nos preguntemos:
¿QUE FUE MALVINAS AYER?
¿QUE ES MALVINAS HOY?
¿QUE SERÁ MALVINAS MAÑANA?...

¿QUE FUE MALVINAS AYER ?
Malvinas fue el hecho histórico y bélico más destacable, más inédito, más intrépido del siglo XX, no solo para la Argentina, sino para toda América y me atrevo a decir para todo el mundo occidental.
Malvinas fue la bandera usurpadora arriada con sangre de dueños, para dejar ese lugar propio a la celeste y blanca que desde la hazaña de Los Andes traían en sus manos briosas los herederos de la Libertad, saldando la deuda jurada ante Dios y la Patria.
Malvinas fue la revancha gloriosa de un pueblo incrédulo, que habiendo pasado por gobiernos inoperantes, habiendo sufrido una guerra fraticida, irrazonable y dolorosa, sabiendo que su Soberanía mancillada le impedía la verdadera dignidad, explotó desde el fondo de los tiempos, en un unánime grito de unión y esperanza.
Malvinas fue la certera cachetada asestada con estricta precisión en la mejilla del decrépito león, que irritado buscó borrar la ofensa afilando sus garras en la traición de los amigos, en la cobardía de los cipayos, en la magnitud poderosa de la fuerza, sin contar con que la VICTORIA, es de los justos y que esa aparente derrota del atrevido llevaba en su interior el verdadero triunfo de la PATRIA, latiendo en aquellos 649 muertos, en aquellas heridas incurables de los VGM, en aquellos que buscaron el cielo, en aquellos que, desafiando la incomprensión y el olvido, saben que la GLORIA les pertenece.
Pero Malvinas fue también, desgraciadamente, el motivo para que despreciando su destino de grandeza ,tapando vergonzante sus heridas, ocultando el heroísmo, despreciando la sangre de sus hijos, repudiando públicamente la Justicia de la Causa, estableciendo en la sociedad un proceso de desprestigio y humillación, que se acentuó en las sucesivas democracias , con dinero y poder, con los medios de comunicación a su servicio, con la incapacidad de unas cancillerías improvisadas, con políticos formados para las urnas, con Instituciones sumisas, con un pueblo indiferente al cual le robaron su Gesta, abriera –finalmente-, sus puertas a posiciones ideológicas totalmente ajenas al sentir nacional disfrazadas de pacifismo y DDHH.

¿QUE ES MALVINAS HOY ?
Malvinas hoy, es un enclave colonialista, en el corazón de la PATRIA.
Malvinas hoy, es el reclamo repetitivo de presidentes y cancilleres, en los foros internacionales blandiendo la Soberanía como derecho inalienable de la Argentina, dicho al pasar y sin ninguna convicción, conociendo de antemano la mirada airada del usurpador. País ribereño, Territorio de ultramar, 350 millas, explotación petrolera como respuesta a la mansedumbre de los gobiernos democráticos que fueron capaces de elaborar tratados como los de Lisboa o Madrid que atentan abiertamente contra la Soberanía declamada.
Malvinas hoy transita el peor momento de estos 29 años.
En un año electoral, Malvinas no cosecha votos. Las disputas sectoriales ocupan la escena.
Malvinas es el mal recuerdo que se pretende confundir con situaciones absolutamente ajenas a ella, siempre mezclada con intereses bastardos de políticas antinacionales.
Malvinas es hoy, la triste confusión entre los propios hombres que la pelearon que, cansados de desprecios, de olvidos, de desprestigios, guardando en sus sueños el dolor y el honor de lo vivido, rebajados ante la opinión pública como "chicos de la guerra", tratados de cobardes "iluminados por el odio", destruyen, sin quererlo, esa unidad que en el campo de batalla los hizo hermanos.
Y así pierde fuerza ese sagrado y merecido anhelo del "RECONOCIMENTO HISTÓRICO" por su entrega. Lo más preciado que un guerrero puede legar a sus hijos.
Pero Malvinas hoy, también es un misterioso sentimiento, que une a través del tiempo y el espacio a miles y miles de argentinos, con una misma mística, ignorados, silenciosos, sabedores de que en aquellas cruces lejanas, cuyas entrañas "solo Dios conoce", desafiando las tempestades del Cielo y de los hombres, la PATRIA respira su aliento de Esperanza.

¿QUE SERÁ MALVINAS MAÑANA?
Malvinas mañana será una poderosísima base militar dueña del Atlántico Sur.
Malvinas será mañana, como lo es ya, el lugar donde se recibe per capita el segundo salario más importante del mundo, gracias a los fabulosos contratos de pesca con que opera.
Malvinas mañana será un valioso pozo petrolero exprimido por quienes no son sus dueños pero que cuentan con la pasividad culpable de los verdaderos dueños ocupados en los menesteres del poder, sin importarles que ese poder les fuera concedido por el sacrificio de sus hijos, cuya sangre escurrida en los confines de la tierra, no se mezcla con la soberbia y el descaro de los que violan sus entrañas.
Será la escala turística de cruceros de lujo, ese lugar exótico y misterioso, por el cual dicen los kelpers viejos que una vez unos "argies" locos, dieron sus vidas.
Malvinas será mañana el origen de nuevas pretensiones, de nuevos atropellos, de nuevas ofensas, de nuevas traiciones, escala de aeropuertos clandestinos, permanente vigía de los movimientos argentinos, usurpador cauteloso, colonialista disimulado.
Pero Malvinas también es, como lo fue, lo es y lo será mañana, la única y autentica CAUSA NACIONAL,
la que al lado de las heroicas GUERRAS DE LA INDEPENDENCIA -como sueño la LIBERTAD, como premio la JUSTICIA, como símbolo la VERDAD, como amparo LA STMA VIRGEN, como meta LA PATRIA SOBERANA-, que remueva las conciencias y las voluntades de las generaciones venideras para que recojan desde el cielo, el mar y la turba helada, el grito desgarrante y victorioso

¡¡¡ MALVINAS, VOLVEREMOS !!!
PORQUE COMO AYER, HOY Y MAÑANA
LAS MALVINAS, FUERON, SON Y SERAN, ARGENTINAS

MARIA DELICIA REARTE DE GIACHINO
DN 1605228Ver más

El voto de los argentinos que visten uniforme

El voto de los argentinos que visten uniforme





Compartir

Por Carlos Manuel Acuña para el Informador Público

A medida que se acerca el desenlace electoral, una avalancha de especulaciones, muchas de ellas contradictorias, se esparce por los cuatro costados y casi siempre elude las referencias que hacen a los problemas de fondo que afectan la vida de los argentinos. En realidad, los comentarios y expectativas giran en torno de los protagonistas principales, sus humores, algunos aspectos de su vida íntima que sirven para convocar simpatías entre los potenciales votantes, sus eventuales alianzas y sus cambiantes posibilidades. Pero en lo que hace a las ideas y propuestas se imponen los lugares comunes y el expreso deseo de pasar por alto las referencias específicas a lo que está en boca de todos pero de lo que nadie habla. En realidad, aquellas cuestiones que suelen ser conflictivas quedan soslayadas de exprofeso, circunstancia que nos habla de una aspecto decadente de la vida institucional argentina.

Hay excepciones. Ayer hubo una elección interna del Peronismo Federal metropolitano, cuyo objetivo era meramente simbólico, pues nada se elegía sino que en los hechos sirvió principalmente para sentar un precedente con miras al futuro. Lo más original de esa compulsa entre precandidatos de perfil más o menos parecido -Eduardo Alberto Duhalde y Alberto Rodríguez Saá- fue la excelente relación personal que demostraron los dirigentes y los fiscales y el sello de unidad que establecieron con sus declaraciones finales, una hábil medida para fijar una presencia no agresiva y alejada del estilo combativo que muestra el actual oficialismo en el orden nacional.

Todavía es demasiado temprano para sacar conclusiones definitivas pero sí podemos afirmar que el importante número de sufragios obtenidos en conjunto tuvieron su origen en sectores independientes e incluso en aquellos que nunca fueron peronistas. Esto se entiende: ambos -Duhalde y Rodríguez Saá- tuvieron durante sus respectivas campañas palabras bien recibidas por estos sectores, en especial sobre temas tales como la solución definitiva a lo que suele definirse como “la cuestión militar”, la crisis peligrosa y angustiante de la inseguridad pública, la indefensión en que se ha colocado a la República, el abandono en que se encuentran los jubilados o la extraordinaria corrupción que se abate sobre la sociedad argentina, sólo por citar algunos de los temas principales que se han instalado con firmeza en el seno de la sociedad.

Lo dicho no agota la inquietud vigente y de todos modos, éstas y otras cuestiones de particular importancia admiten un mayor desarrollo para atender una situación política tan profunda que hoy no es aventurado señalar que hasta la unidad territorial está en peligro y que la República bordea la moderna definición de convertirse en un “Estado Fallido”, es decir, aquel que por su inoperancia, la imposibilidad de defender sus instituciones y recursos, su incapacidad para aplicar los medios suficientes para atender el orden y la paz interior, puede ser susceptible de una o varias intervenciones externas, como comienza a registrarse en el mundo cada vez con mayor intensidad. Hasta el más despistado no ignora lo que decimos, conoce el meollo de la crisis, el desprestigio en que cayó buena parte de los políticos y la severa preocupación que crece en el ánimo de una mayoría que no tiene forma de manifestarse.

Así nació hace unos días de manera espontánea una propuesta abierta, que no promociona líderes específicos, que deja librado al interés de los adherentes el manejo político de una serie de puntos que pueden ampliarse y que los lectores de esta columna conocieron pocos días atrás. Bajo el nombre de VOTARUN (Votar Unidos) se ha dirigido por éste y otros medios en busca de simpatizantes, y hasta hoy podemos asegurar que más de medio centenar de instituciones, ONGs, fundaciones y asociaciones -buena parte de ellas expresivas de familias de militares transformados hoy en verdaderos presos políticos- simples ciudadanos que visten o vistieron uniformes, sean militares, pertenezcan a las fuerzas de seguridad, policías o que únicamente simpatizan con todos ellos, exigen una rectificación sobre lo que les sucede y con ello hacen un llamado de atención sobre una circunstancia singular que caracteriza a cualquier país civilizado: no hay posibilidad de futuro sin una definición sobre esta temática que hemos desarrollado a lo largo de nuestro artículo.

Lo interesante de esta iniciativa, inédita en la vida política e institucional de la Argentina, no reside solamente en su espontaneidad y el amplio contenido que caracteriza y define al documento, sino que, al carecer del estilo y objetivos específicos de un partido político, actúa a la inversa de éstos: promete apoyar al o los candidatos que resuelvan apoyar y comprometerse con estos puntos que no reconocen tendencias divisionistas del pasado, que une a quienes no hacen banderías sobre las diferencias del pasado -diferencias militares o simplemente políticas- y buscan, sí, alcanzar una verdadera pacificación ante la que ya es una peligrosa realidad argentina.