lunes, 15 de junio de 2020

14 de junio de 1982: "cesa el fuego en las islas Malvinas"

Homenaje a los combatientes en la guerra de Malvinas ¡¡¡ nunca los olvidaremos!!!
Viva la Patria!!




jueves, 4 de junio de 2020

Reflexiones 2!!

Un viejo militar decide viajar a una ciudad dentro del país, localiza a un compañero de promoción que no ve desde hace más de 20 años. Al día todos los compañeros de promoción de esa ciudad, sin duda y sin reparos se reúnen a comer con el recién llegado, al que tampoco han visto desde hace más de 20 años; ¿Sucede esto en otras profesiones? seguramente no; ¿Porqué sucede en la profesión militar? ¿Porqué pertenecieron todos al Ministerio de Defensa? ¿Porqué pertenecieron todos a las Fuerzas Armadas? No. ¡Sucede porque pertenecen a la Institución Militar!
La Institución Militar no es un marco legal administrativo u organizativo: es un marco moral y ético que proporciona al militar el consuelo y la guía para entregar hasta la última gota de su sangre. Es un bien inmaterial compuesto por nosotros mismos y por los que nos precedieron. Todo militar, por el hecho de serlo, pertenece y contribuye a la institución mediante su ejemplo, su amor a la Patria, su integridad, mediante la formación de sus subordinados en valores, su compañerismo o con el sacrificio de su propia vida en el cumplimiento del deber. Es obligación moral de todo militar fortalecer la Institución Militar porque es el factor de cohesión.No hay marco legal, administrativo u organización que proporcione la debida paz de espíritu para que un militar mate o muera. Los militares más bisoños encuentran su ejemplo a seguir en aquellos jefes que mandan bien, y mandar bien no es solo seguir la ley. Eso es lo fácil. Pero aun siguiendo la ley se puede mandar mal. Porque el buen mando vuelve a situarse en el plano moral y ético que nos proporciona la Institución Militar y que nos obliga a dar ejemplo permanente, a la preocupación constante por nuestros subordinados, a la lealtad y a la disciplina asumida, interiorizada.
Sin embargo, parece que en los últimos años el concepto de Institución Militar anda de capa caída, el desarme moral de la sociedad afecta indudablemente al militar como parte de ella que es. Una excesiva asimilación del militar como funcionario o como un componente de una ONG desdibuja las exigencias propias de la condición de soldado y puede llegar a afectar la esencia del mismo; la permanente disposición para la guerra. Todo lo que el militar hace en el desempeño de su profesión deja cada vez menos sitio a la motivación moral. Así, en la liturgia de los actos militares se depositan por igual la tradición, el amor a la Patria, y el respeto por nuestros caídos. Es una muestra extrema de la disciplina externa de la unidad, es decir de la lealtad y fidelidad. Un acto militar ha de ensalzar el espíritu, tiene que hacer aflorar nuestras emociones y hacer que nos sintamos parte de la colectividad, es factor de cohesión. No se deben minimizar los actos militares. No se puede disminuir la fuerza en la parada militar, descuidar el entorno o simplificar la liturgia.Porque cada honor a la Bandera, cada entrega de condecoraciones o cada acto a los caídos es una oportunidad para reafirmar internamente nuestro compromiso moral con la Institución Militar, es la oportunidad para fortalecer nuestro sentimiento de formar parte de algo que va más allá del presente y del mundo inmediato que nos rodea. Son momentos para reconocer la valía de nuestros compañeros, de sentirse orgulloso de ser militar, de recordar aquel compañero que un día formaba con nosotros y ya nunca más lo hará.
No es fácil encontrar escritores en la actualidad que publiquen sobre la profesión, que reflexionen sobre “lo militar”, y es importante porque la reflexión lleva a la crítica, y la crítica al cambio que, a su vez, conduce al enriquecimiento de la colectividad. No está de moda el pensamiento militar, ni siquiera entre los militares, y en el plano moral siempre se necesitan referentes, ya sean intelectuales, ya sean destacados guerreros. Escribimos de historia, estrategia, táctica, técnica o relaciones internacionales, lo cual es necesario y denota una inquietud por estos temas. Sin embargo, escribimos poco de ética o de moral militar, no escribimos suficientemente sobre los valores de la Institución Militar, no reflexionamos lo suficiente sobre nuestra vocación, o como diría Calderón de la Barca, sobre la esencia de esa “religión de hombres honrados”.

Tal vez convenga recordar las palabras del filósofo Ortega y Gasset: “Solo quien tenga de la naturaleza humana una idea arbitraria tachará de paradoja la afirmación de que las legiones romanas, y con ellas todo gran ejército, debe un pueblo sentir su honor vinculado a su ejército, no por ser el instrumento con que puede castigar las ofensas que otra nación le infiera; este es el honor externo, vano, hacia afuera. Lo importante es que el pueblo advierta que el grado de perfección de su ejército mide con pasmosa exactitud los quilates de la moralidad y vitalidad nacionales. Raza que no se siente ante sí misma deshonrada por la incompetencia y desmoralización de su organismo guerrero, es que se halla profundamente enferma e incapaz de agarrarse al planeta”.
Es labor de todos y cada uno de los militares coadyuvar al valor de la Institución Militarse lo debemos a los que nos precedieron; se lo debemos a los que vendrán. Si dejamos que la Institución Militar decaiga, si dejamos que lo administrativo pueda con la ética y con la moral, los viejos militares del futuro podrán viajar por todo el país, pero no comerán con sus antiguos compañeros.

Reflexiones!

Una de las grandes cosas que tienen las FFAA, es que con los años uno va ascendiendo en jerarquía, pero previamente hay que conocer y cumplir con todas las tareas, actividades y funciones que cumplen los estamentos subalternos. Es así que yo, por ejemplo, que me retiré con el grado de coronel, antes fui soldado de guardia, cabo de cuarto, sargento de cuarto, tirador de FAP, apuntador de ametralladora, cargador de mortero, jefe de grupo, apuntador de tanque, cargador de tanque, jefe de tanque, jefe de guardia, oficial de servicio, jefe de sección, de escuadrón, etc, etc, etc.

A lo largo de mi carrera militar experimenté todas las exigencias a las que son sometidos los soldados, suboficiales y oficiales, y no por placer, sino para estar bien preparados para el combate. Sufrí hambre, sueño, frío, calor y agotamiento, realicé esfuerzos físicos importantes y pasé por todas las pruebas que debí afrontar, para recién entonces exigirle a mis subalternos. No por sadismo, al contrario, sino para prepararlos adecuadamente y sabiendo que se podían cumplir, porque yo había hecho todo eso antes, y lo volvía a hacer, de ser necesario, para dar el ejemplo. Por eso nunca impartí a lo largo de mi carrera una orden que no supiera que se puede cumplir, ni un esfuerzo que no supiera que se puede realizar, porque yo lo había hecho primero, mal puede uno exigirle a un granadero que se quede parado inmóvil en la puerta de la Casa de Gobierno, si uno no sabe lo que se siente estando dos horas parado inmóvil, con ese uniforme que es un sauna en verano y una heladera en invierno, y si no sabe que se puede aguantar; eso es el ejercicio del mando, en eso consiste la conducción, porque no hay arte más difícil que el de conducir hombres y ganarse en ello su confianza y su respeto.
¿A qué viene toda esta perorata? Pues, a que estoy harto de la gran mayoría de los políticos eternos, esos que se enquistan en las listas partidarias, ocupan puestos partidarios y públicos a lo largo de su vida, y un día llegan como la tortuga que estaba montada en la rama de un árbol, sin que un observador normal pueda entender cómo carajos hizo para llegar hasta ahí.
Tipos que cobran sumas importantes de dinero todos los meses por legislar, administrar o regir nuestras vidas, sin nunca haber agarrado una pala, sembrado una semilla, pagado un sueldo, levantado una deuda, dirigido una empresa, regenteado un pequeño comercio. Tipos que por estar ideológicamente enganchados en algún vagón de cola del mandamás de turno, o ni siquiera eso, van escalando en esa pirámide parasitaria sin saber lo que es trabajar. Pero me refiero a trabajar en serio, con sudor, con esfuerzo, con preocupaciones, con inteligencia, con responsabilidades, con gente a cargo, con gente que sufre necesidades, y en lo posible, ayuda bastante haberlas sufrido antes también; ¿cómo el señor Alberto Fernández o Máximo Kirchner o Alex Kicillof, o Grabois, se pueden atrever a querer regular los resortes políticos, económicos y sociales del país, si no saben cómo funciona una chacra, una industria, una empresa, un comercio, o cómo se las rebusca el que hace changas como albañil? ¿qué bagaje de sabiduría, capacidad o experiencia les da el derecho a postularse para regir la vida y los destinos de millones de ciudadanos honestos que se rompen el lomo todos los días, que cumplen las leyes, pagan los impuestos y que con su esfuerzo sostienen sus utópicos caprichos y sus ridículas ideas de justicia social y redistribución de la riqueza?, si el esfuerzo más grande que han hecho en su vida fue ajustar un tornillo o hacer la germinación del poroto en tercer grado!.

Justo ellos, que no saben cómo se genera la riqueza porque están acostumbrados a encontrar la plata depositada en sus cuentas los días 29 de cada mes, vienen a querer explicarnos que nuestro esfuerzo, nuestro trabajo, nuestras esperanzas y nuestros sueños debemos compartirlos con aquellos cuyo único mérito es llenar la calle con piquetes y manifestaciones, porque viven de nosotros y ni siquiera las gracias nos dan, al contrario, son unos resentidos infames que, como el perro desagradecido, sale a morder la mano del que les da de comer.Como no saben lo que significa generar un mango, o correr un riesgo, creen que la riqueza es un bien común que debe transmitirse equitativamente a través de un sistema de vasos comunicantes que nos nivele a todos; y mi amigo me manda una foto de unas silobolsas que aparecieron en el Pasquín 12 y me dice, convencido, que los tipos que almacenan su cosecha son poco menos que unos delincuentes antipatria. ¿…? Y entonces los que se sienten “damnificados” le exigen a un productor agropecuario cuándo, cómo, dónde y a qué precio debe vender su cosecha, y si no lo hacen, salen a romper silobolsas, a matar y robar ganado o a incendiar producciones; “¡Y el presidente llama miserables a los empresarios a los que él les impide producir; y una diputada arrancada verde del árbol dice que el estado debería quedarse con parte de las empresas a las que el estado subsidia por no permitirles trabajar, y el emisario del Papa, sale a reclamar la reforma agraria; y el Ministro de Seguridad Social reparte tarjetas de miseria a los más humildes y les impone lo que deben comprar y lo que deben comer; y el arzobispo de la Plata exhorta a olvidarnos de la clase media y a preocuparnos por los pobres; y el Papa coincide con el presidente en la necesidad de una sociedad más pobre y más primitiva, pero más igualitaria; y el imbécil todo terreno de Dady Brieva pide que seamos Venezuela!”
¿Pero quién carajo se creen que son, manga de delincuentes? Ya estoy muy grande y no sé si lo voy a ver, pero me gustaría estar presente el día en que los que trabajan, finalmente se cansen. ¡Agarren una pala muchachos! ¡pongan en marcha una Pyme! No señores, ustedes no saben nada de nada y son unos atorrantes, ignorantes e incapaces; y ni siquiera estoy hablando de corrupción, parto de la errónea premisa de que deberían ser honestos ¡pero encima, tampoco lo son!.