martes, 27 de junio de 2017

La Bandera Argentina no es una mentira

Federico Lorenz dirige el Museo Malvinas sin pena ni gloria. Es lo que puso CAMBIEMOS en el lugar que el kirchnerismo había puesto a Jorge Giles, el ultrakirchnerista de prosa berreta que escribía loas a Cristina Fernández en la contratapa del pasquín “El Argentino”, y representa una continuidad moderada de lo mismo. Emplazar el Museo Malvinas en terrenos de la ESMA tuvo, tenía y sigue teniendo una sola finalidad, hacer pasar por víctimas del gobierno militar a los combatientes de Malvinas y así degradarlos hasta lograr su equiparación con los desaparecidos, entendiendo por “desaparecidos” no la realidad de los mismos sino la versión edulcorada del relato totalitario que padecimos durante la última dékada infame. Lorenz llama “Anita” a la terrorista montonera Ana María González, en el reportaje que le hace Claudia Peiró respecto a su libro: “Cenizas que te rodearon al caer. Vidas y muertes de Ana María González, la montonera que mató al jefe de la Policía Federal” (Sudamericana, 2017). Celebro que se ponga a luz el caso de Ana María González y cuando lea el libro lo comentaré, pero de momento voy a limitar esta nota a algunas observaciones sobre lo dicho por Lorenz en la entrevista. Afirma Lorenz que “hay una situación de profunda injusticia” en el hecho de que sobre González “solamente hablen sus enemigos”. Pues bien, ese silencio tiene una explicación. Si hablaran estarían reconociendo la guerra y el carácter sucio de la misma; una guerra que habían iniciado las organizaciones terroristas mucho antes del 24 de Marzo de 1976. El caso de Ana María González es emblemático porque demuestra que la retorcida mentalidad criminal de la época no estaba acotada a los militares. En ese contexto de lucha armada por el poder y a cualquier precio, donde Santucho conduciendo al ERP estaba dispuesto a matar un millón de argentinos para imponer el socialismo, o sea una masacre de tipo camboyano, la maldad comparada de unos con otros no se diferenciaba por intenciones, sino por disponibilidad de medios. Puesto en el contexto, entiende Lorenz que Cardozo era un objetivo válido de la organización terrorista Montoneros, comparto el punto. Pero no en su casa, no en su cama, no con su familia. Se queja en la misma nota porque hubo represalias de los militares sobre familiares de terroristas y ahí surge la diferente vara, porque a los asesinos del Capitán Viola en Tucumán no les importó matar también a su hija Cristina, de tres años, ni herir a María Fernánda, de cinco. Cuando el enemigo viene a tu casa y te mata, Lorenz, si querés ganar la guerra vos también vas a sus casas y los matás. Esa es la tragedia de las guerras civiles. Lo hicieron los militares y también hay que entenderlo. Y puesto en el contexto, es por eso mismo que se entiende el sentido táctico del desaparecido: llevar incertidumbre al bando enemigo sobre la suerte de sus componentes. ¿Cruel? Absolutamente. Tan cruel como enviar alguien a fingirse amiga de una chica, hasta que esa chica la invite a su casa y aprovechar la ocasión para matar a los padres de la engañada poniéndoles un caño debajo de la cama. Los tipos que planearon eso también hubieran tirado gente desde aviones en vuelo de haber tenido los medios, esa es la razón del silencio sobre casos como el de González. Detrás de las manos que llevaban bombas, como las de Ana María González o Adriana Komblihtt, había cabecitas criminales que más allá del comandante Firmenich pudieron ser las de Rodolfo Walsh, Paco Urondo, Horacio Verbitsky, Juan Gelman, Miguel Bonasso o cualquiera de los tantos terroristas que la hipocresía argentina amnistía en la comodidad de recordarlos como otra cosa. Lo diré una vez más: puedo aborrecer los medios, pero no soy un hipócrita para renegar de la victoria y olvidar que de un lado estaban los míos, los que pelearon por la República Argentina, y del otro lado el enemigo, esbirros de la dictadura castrista que en clara traición a la Patria pretendieron arriar nuestra bandera, la Generala Albiceleste, para reemplazarla por el sucio trapo rojo de la tiranía comunista que, al día de hoy y vale recordarlo, con pretensiones de eternidad sigue sometiendo al pueblo cubano. Lorenz critica la ley de la mentira sancionada en la Provincia de Buenos Aires, pero dice respecto de la cifra de 30.000 desaparecidos lo siguiente: “Es que son símbolos, y los símbolos tienen el valor de lo sagrado. El 30 mil orienta, es como la bandera argentina; hay distintas interpretaciones sobre la historia nacional pero todos podemos concluir que somos argentinos, aunque no entendamos la Argentina de la misma manera”. Esta frase de Lorenz es una afrenta imperdonable y obliga a cuestionar su permanencia al frente del Museo Malvinas, espacio sensible que necesita otra ética ligada firmemente a la verdad. La mentira no es lo mismo que un símbolo y mucho menos puede ser sagrada. Es inadmisible que la mentira de los 30:000 quiera ser elevada a la categoría de orientación y mucho menos pretender equipararla a la Bandera Nacional. La Bandera Argentina no es una mentira. Tampoco voy a aceptar que la llamada “grieta” pueda cerrarse desde el facilismo cómodo y superficial de suponer que todos “somos argentinos aunque no entendamos la Argentina de la misma manera”. Hay márgenes bastante precisos dentro de los cuales son aceptables los matices de lo que significa ser argentino, pero quedan fuera todos los terroristas enrolados en Montoneros y ERP que dirigidos por la tiranía castrista fueron traidores a la Patria. Por Ariel Corbat

Los Miserables

En 1862, Víctor Hugo (el bueno), publicó en Francia una novela genial, que trascendió en el tiempo: “Los miserables”. Sobre Los Miserables se escribió mucho, se la filmó varias veces, fue una extraordinaria comedia musical y también fue una obra de teatro. Los Miserables de Víctor Hugo son pobres “de pobreza total”, seres solitarios y desdichados, necesitados de todo. A pesar de tantas desgracias tienen la capacidad de perdonar, de comprender, de aliviar las miserias de los otros. Son buena gente!!. Pero hay otra especie de miserables, avaros de bondad, viles habitantes de profundos pozos de resentimiento (acepción 5° del diccionario). De esta última especie de miserables, tenemos desgraciadamente demasiadas muestras, casi a diario. Por regla general vienen de personas conocidas, ya sea del mundo de la política y a veces del mundo de la farándula: “Recordemos el “asco” que sintió Fito Páez en el 2007 hacia los “asquerosos” que habían elegido a Macri como jefe de gobierno de CABA. A Mamá Hebe no vale la pena nombrarla, no existe nada más miserable que vender los DDHH por dinero y ella lo hizo, aunque es igualmente miserable vender los muertos de la AMIA a los asesinos de 85 argentinos. Se firmó en un vergonzoso memorándum que demuestra, sin lugar a dudas, que existen los “infames traidores a la patria”. Muy, muy miserables!!. Más ejemplos: Sobre el tema del 2 por 1, Victoria Donda, diputada nacional: “Mis padres (terroristas) mataban con orgullo”. Desconoce el artículo 16 de la Constituciòn Nacional “todos somos iguales ante la ley”, no hay asesinos buenos y asesinos malos, hay asesinos!!. Además de desconocer la CN, sus conceptos son absolutamente miserables. Abuelita Estela de Carlotto: “Si pudimos con Videla, ¿cómo no vamos a poder con Macri?” Comparar un presidente de facto, con un presidente electo, es antidemocrático. El desfile militar “fue un bochorno”. Las FFAA forman parte del pueblo argentino, sin ellas no tendríamos patria, discriminarlos es un tema para el INADI y es muy miserable. Cristina Fernández, imposible evitarla: “Gracias a que los negros con guita le compraban a los comerciantes y a los supermercadistas. Si quieren ver rubios de ojos celestes que se saquen un pasaje a Suecia y a Holanda”. 1° al INADI por lo de “los negros”, 2° al diccionario para reemplazar “guita” por dinero o plata y 3°, que alguien le aclare que en Argentina hay muchos rubios de ojos celestes, empezando por Macri. Siempre Cristina: “Todos en el fondo, no me excluyo (¡cuánta generosidad!), tenemos un cachito de miserables”. En derecho se dice que: “a confesión de partes, relevo de pruebas”… Beatriz Rojkés de Alperovich, presidente del PJ tucumano: “Lo volvimos a resucitar al fiscal Nisman, porque vemos que Cristina avasalla en las encuestas”. Dijo al respecto el diputado Waldo Wolf, “Alperovich nos demuestra que siempre se puede ser más miserable”. Gracias Wolf por la perfecta definición, pero esperemos por el bien de la Argentina, que no sigamos avanzando en ese tipo de “patéticas miserabilidades” (definiría Hipólito Yrigoyen). Esperemos alejarnos de las cloacas y elevar, aunque sea un poquito, la puntería en tiempos electorales.

La "terrible" profecìa

A medida que transcurre el tiempo eleccionario que tiene sumido a los polìticos en la lucha por el poder, miemtras el pueblo necesita que se dediquen a muchos problemas que tenemos, bien viene recordar...La increíble profecía del 13 de abril de 1890 sobre el desgraciado futuro de la Argentina. El autor de estas proféticas palabras fue José Manuel Estrada (1842-1894), destacado intelectual de la segunda mitad del siglo XIX, que brilló como el orador más eminente de nuestro país durante esos años: Diputado Nacional, Escritor, Historiador y Rector del Colegio Nacional de Buenos Aires. Un argentino de los de antes… que volvería a morirse si viera hoy a su Argentina!! Esto dijo en parte de un discurso, el 13 de abril de 1890: “Veo bandas rapaces movidas de codicia -la más vil de las pasiones- enseñorearse del país, dilapidar sus finanzas, pervertir su administración, chupar su substancia, pavonearse insolentemente en cínicas ostentaciones, comprarlo y venderlo todo, hasta comprarse y venderse unos a otros a la luz del día. Veo más!! Veo un pueblo indolente y dormido que abdica sus derechos, olvida sus tradiciones, sus deberes, y su porvenir. Lo que debe a la honra de sus progenitores y al bien de la prosperidad, a su estirpe, a su familia, a sí mismos y a Dios. Y se atropella en las Bolsas, pulula en los teatros, bulle en los paseos, en los regocijos y en los juegos. Pero ha olvidado la senda del bien, y va a todas partes menos a dónde van los pueblos animosos. Con instituciones que amenazan desmoronarse carcomidas por la corrupción y los vicios. La concupiscencia arriba y la concupiscencia abajo!! ¡Eso es la decadencia! ¡Eso es la muerte de un país!”