miércoles, 25 de septiembre de 2019

Reescribir la historia es un rasgo de los totalitarios

Por Ariel Corbat – La Prensa - Los dichos de Horacio González son de tal gravedad que ameritan ser respondidos enfáticamente, casi con brutalidad, porque cuando el planteo del otro atenta contra las reglas del juego democrático contestar con modales al estilo de Oxford y prudencia de caballeros pasa por debilidad. Y ante el cinismo de manifiesta irracionalidad política no se puede conceder el beneficio de la duda: quien pretende destruir el estilo de vida de la Nación Argentina proyectado en la Constitución Nacional no es un adversario, ni un oponente, es lisa y llanamente el enemigo. Como tal, el director de la Biblioteca Nacional durante el régimen, declaró ante la agencia que lleva el nombre del terrorista montonero Paco Urondo: "Hay que reescribir la historia argentina pero no en esa especie de neoliberalismo inspirado en las academias norteamericanas de los estudios culturales, donde hay una multiplicidad graciosa y finita. Sino que tiene que ser una historia dura y dramática, que incorpore una valoración te diría positiva de la guerrilla de los años 70 y que escape un poco de los estudios sociales que hoy la ven como una elección desviada, peligrosa e inaceptable". Azuzan el miedo: Reescribir la historia, esa obsesión kirchnerista, es un rasgo propio del totalitarismo; como explicó George Orwell en Rebelión en la granja y 1984. Tan poco original es el kirchnerismo, un fraude en sí mismo, que su proceso de desmemoria colectiva y adoctrinamiento totalitario se podía leer en las páginas de esos libros. El relato, la fantasía de un país con menos pobres que Alemania y la épica ficticia de una revolución exitosa, profundizó el daño de las instituciones, degradó la cultura y hasta logró la merma intelectual de los argentinos. La piedra basal de aquello era y sigue siendo la mentira de los 30.000 desaparecidos, que en la Provincia de Buenos Aires se hizo ley durante este gobierno con mayoría de tibios, progres e inútiles. Desmantelar y contrarrestar el relato y su aparato de propaganda era parte esencial de lo planteado por la reacción cívica que, aunque tardíamente, salió a defender la República evitando la infamia de una Cristina eterna. Esa parte no la entendió Mauricio Macri cuando asumió la Presidencia, y tanto no la entendió que ni siquiera se le puso un nombre decente al viejo correo.  Y ahora, cuando después de tanto "no se puede porque vuelven", resulta casi un hecho que vuelven, sale González a decir que ya no van a disfrazar de víctimas a los guerrilleros, ni omitir del cuento sus acciones terroristas al servicio de la dictadura castrista, sino que esos criminales que quisieron imponernos por la violencia una tiranía eterna, con ambiciones sanguinarias de usar la cordillera de los Andes cual paredón de fusilamiento, deben ser valorados positivamente sin verlos como una elección desviada, peligrosa e inaceptable. Esa sola pretensión es ofensiva e intolerable. No hay nada rescatable en los traidores a la Patria que se arrogaron el poder de decidir eternamente sobre la vida, el honor y las fortunas de los argentinos. Nada que emular en criminales arteros. ¿Acaso reemplazar la política por la muerte no era desviado?, ¿infiltrar hogares para colocar bombas bajo las camas puede ser considerado aceptable?, ¿buscar abolir para siempre la Libertad no es peligroso? No es casual que González y otros azucen el miedo. El kirchnerismo ha explotado con éxito la cobardía de los argentinos, y en doce años ha disfrutado de una pavura absurda que, más imaginaria que real, le facilitó sus tropelías, como volver a ellas en estos cuatro años. Cuentan con ese miedo, silenciando voces y conciencias, para ir por todo nuevamente. Algo que no debe repetirse, porque lo patético del asunto es que el kirchnerismo es tan un fraude en sí mismo que sólo puede asustar a pusilánimes. La prueba es que se tardó mucho en reaccionar, pero aun así la reacción los echó.  Si algo enseñó la resistencia al régimen, es que cada vez que saltan a prepear hay que redoblarles la apuesta. Vienen envalentonados para meter mano en la Constitución Nacional, con la apetencia de negar la existencia de la Nación Argentina y reemplazarla por un mamarracho plurinacional. Debemos afirmar que somos una Nación y aferrarnos a cumplir la Constitución tal como está, recordándoles en ello que hasta el perro más manso se sacude las pulgas; y acá ya una vez el dogo arrojó las pulgas al río... Si González y compañía tienen la caradurez de insinuar que esas bombas eran buenas, no tengamos reparos para contestar citando a Sarmiento: "Sea, pero seamos lógicos: cortarle la cabeza cuando se le da alcance, es otro rasgo argentino. El derecho no rige sino con los que lo respetan, los demás están fuera de la ley; y no tiene el idioma en vano estas locuciones". Por eso hoy, más que nunca, es preciso reclamar la libertad de quienes han sido condenados por vencer al terrorismo castrista. Basta de relatos!!

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