lunes, 2 de septiembre de 2019

Con perdón de la palabra; “La Argentina ecuestre”

Por Juan Luis Gallardo – La Prensa - El padre de un amigo mío era militar. Y se presentaba diciendo: coronel de caballería de a caballo. Con lo cual procuraba diferenciarse de sus colegas más jóvenes, pertenecientes a una caballería ya mecanizada, donde los tanques y los carros de asalto sustituyeron a los pingos. La aclaración obedecía, naturalmente, al afán del padre de mi amigo por dejar bien en claro su condición de jinete, muy propia de los argentinos hasta no hace mucho. De la cual se preciaban y tenían en alta estima. No sólo de este lado sino también en la otra orilla del Río de la Plata. Cosa que pone bien de manifiesto la letra de una canción, muy popular en el Uruguay, que reza así: Dicen que los chapetones/ nos cuentan ya derrotaos,/ es que no han caído en que somos/ pocos pero bien montaos./ Chapetones Adviértase, dicho sea de paso, la imputación de chapetones aplicada despectivamente a los realistas, significando su torpeza para cabalgar. ¿Y a qué vienen, podrá preguntarse el lector, estas consideraciones referidas al aprecio de los rioplatenses por la condición de jinete? Vienen a que me parece haber advertido que la decadencia argentina vino a coincidir con la pérdida de su característica de país ecuestre. Creo que no es necesario probar que la Argentina está en decadencia, habiéndose eclipsado la estrella que señalaba su destino. Lo cual surge palmariamente de su retroceso en el concierto de las naciones y del escepticismo que invade a sus pobladores desde hace un largo tiempo a esta parte. ¡Qué lejos ha quedado, en efecto, aquella convicción que nos asistía respecto a que Dios es criollo! Convicción ingenua y petulante, si se quiere, pero claramente demostrativa del optimismo que alentábamos. Y ocurre que ese optimismo imperaba en épocas en que éramos una nación de a caballo. A lomo de caballo no sólo logramos la Independencia sino que, de yapa, la obtuvimos para otros países. A lomo de caballo se logró la unidad nacional. A lomo de caballo se conquistó el desierto, incorporando definitivamente al territorio patrio vastas extensiones de titularidad dudosa. A lomo de caballo se forjó nuestra riqueza ganadera y eran caballos los que arrastraban arados y cosechadoras que hicieron posible nuestra abundancia agrícola. Y hasta fue a lomo de caballo que la Argentina llegó a ser la primera potencia mundial en el juego del polo. No pretendo, por cierto, que volvamos a ser una nación de a caballo. No son posibles los retrocesos en el tiempo, pues los avances del progreso resultan irreversibles. Pero, en todo caso, me animo a proponer que intentemos recuperar el espíritu que impulsó a la Argentina Ecuestre, con intención de superar la decadencia que padecemos.

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