jueves, 9 de diciembre de 2021

¡Jamás olvidaremos! (2)

Carta del Cnl (R) Jorge Tisi Baña

Ayer (03 de diciembre), se cumplió un nuevo aniversario del cobarde y artero asesinato del señor General de División Don Jorge Esteban Cáceres Monié y de su esposa Doña Beatriz Isabel Sasiaiñ, y no digo que me sorprendió, pero una vez más me dolió el silencio del Ejército, al que sigo perteneciendo con orgullo a pesar de sentir que se ha cortado el cordón umbilical que lo mantenía unido al viejo Ejército al que me incorporé, y del que generales como Cáceres Monié constituían el arquetipo.

                                               (Fuente: facebook.com)
Posiblemente los hombres y mujeres en actividad no tengan ni la más remota idea de quien fue el General Cáceres Monié; un señor oficial que fue deportista de élite, Jefe del Regimiento de Granaderos a Caballo y Director General de Gendarmería. Un hombre que siendo Jefe de la Policía Federal Argentina tuvo a su cargo la investigación del secuestro y asesinato del Teniente General Aramburu y que luego reemplazó al General Juan Carlos Sánchez como Comandante del IIdo Cuerpo de Ejército, cuando éste fue asesinado.
Cáceres Monié no fue un represor, fue un caballero íntegro y un soldado cabal, y cuando pasó a situación de retiro vivió solo con su esposa y su hija, sin custodia y sin seguridad, porque era un hombre de principios y valores y porque, fundamentalmente, tenía su conciencia en paz, como sólo lo da la satisfacción del deber cumplido. Por eso cuando los Montoneros deciden dar un golpe en Paraná, primero eligen como víctima al ex rector de la Universidad Nacional de Buenos Aires, doctor Alberto Ottalagano, pero éste tenía tanta custodia, que variaron el plan y optaron por Cáceres Monié.

Seguramente en este Ejército de hoy no sólo no se conoce quién fue Cáceres Monié sino que, lo que es más grave, debe haber alguien que pensará “algo habrá hecho” y por eso lo fijaron como blanco. Hasta ese nivel de ignorancia llega la distorsión mental que nuestra sociedad ha sufrido a lo largo de estos años.
Y yo percibo que los oficiales y suboficiales de hoy, que aspiran a desarrollarse en su profesión, nos ven en cierto modo como un lastre embarazoso del que buscan tomar distancia. No sólo para marcar la diferencia de quienes sin duda hemos sido ubicados por el relato en el papel secundario de villanos de la película, sino también porque se sienten cómodos en su zona de confort, sin complicaciones. Ya nos moriremos y el Ejército (Dios así lo quiera) seguirá en pie.

                                  (Fuente: CELTYV)

Las secuelas terribles de una guerra que no desatamos, ni buscamos, ni deseamos, nos persiguen y la espada de Damocles penderá eternamente sobre la cabeza de cada uno los integrantes de mi generación, a través de un sistema jurídico que, por haberse convertido en un negocio, permite el armado de causas a medida para consumación de la venganza y beneficio económico de víctimas o supuestas víctimas, familiares, abogados y jueces.
El espíritu de venganza predomina en los espíritus, no ya de los que combatieron y fueron derrotados, sino de aquellos que sin haber tenido participación activa dentro de la militancia "setentista" pretenden ahora sacar rédito político de los resultados de una historia pérfidamente distorsionada. Los militares que ya han sido juzgados o incluso amnistiados o indultados, vuelven a ser juzgados una y otra vez, según la voluntad política del gobierno de turno, sin que nadie levante su voz para defenderlos. Los pocos que se animan a hacerlo son acusados de apología del delito o de negacionistas. Y nadie en las Fuerzas Armadas de hoy está dispuesto a cargar con un sayo que cree que no le corresponde.

Hay más de dos mil quinientos militares presos como resultado de su participación en la guerra contra la subversión. Todo esto no tiene sentido ni resiste un análisis lógico por parte de un observador imparcial, porque los militares que están encarcelados por delitos de “lesa humanidad” están siendo juzgados por el simple hecho de pertenecer a las Fuerzas Armadas de la Nación.
Derechos Humanos en la Argentina de hoy significa que la ley protege a quienes han militado en la subversión. Para ellos y para sus familiares hay subsidios importantes, altos cargos en los gobiernos y una serie de beneficios. Muchos terroristas de ayer, hoy son jueces, fiscales, legisladores, funcionarios, escritores, periodistas, etc. De hecho, cuentan con absoluta protección e impunidad, aun aquellos que puedan haber cometido delitos aberrantes.

Mientras tanto, para las víctimas de la subversión, para quienes integraron las Fuerzas Armadas y para todos sus familiares todo parece ser insultos, humillación, escarnio, indiferencia y olvido. Muchos de los que hoy son presos políticos eran jóvenes oficiales, compañeros, amigos o contemporáneos míos que, como yo, vestían orgullosos sus uniformes, estaban empeñados en defender a la Patria y cumplieron órdenes emanadas de los más altos estamentos del Estado Nacional y hoy, presos y abandonados a su suerte, se sienten denigrados, desilusionados, condenados socialmente y lo que es aún peor, son olvidados o ignorados hasta por los propios mandos de las Fuerzas Armadas, que nunca ocuparían el lugar que hoy ocupan si nuestro Ejército no hubiera derrotado al terrorismo subversivo del ERP y Montoneros y nos hubiera regalado 40 años de paz, que la tan añorada democracia se encargó de desperdiciar.

Desde los primeros gobiernos kirchneristas se rindió homenaje a los “jóvenes idealistas” muertos por la “represión” con la misma intensidad con que se persiguió a los militares que querían homenajear a sus muertos, a los muertos por la subversión. Hasta se llegó al extremo de pasar a retiro a oficiales por el sólo hecho de haber concurrido de uniforme a una ceremonia pacíficamente organizada por las víctimas del terrorismo.
Se cerraron todos los museos de la “guerra contra la subversión” y se eliminaron de los cuarteles y lugares públicos las placas recordatorias de los oficiales, suboficiales, soldados y civiles muertos durante esa guerra. Como si nunca hubiesen existido; como si haber entregado la vida en defensa de la Patria y de las instituciones fuera un hecho vergonzoso. Todo eso en el mismo país en que el “Che” Guevara, apóstol de la violencia y arquetipo de la antidemocracia, llegó a figurar en la Galería de Próceres Latinoamericanos inaugurada en la Casa de Gobierno.

                                Parque de la Memoria, Buenos Aires (Fuente: wikipedia.es)
 
Y en el Parque de la Memoria levantado en la costanera, donde se rinde homenaje a los “desaparecidos” durante la dictadura, se encuentran las placas de decenas de terroristas que perpetraron los más inhumanos atentados contra nuestra Nación. Figuran allí los asesinos del General Aramburu y los del Coronel Larrabure; los jefes del ERP muertos en un enfrentamiento con fuerzas militares, los militantes de esa misma organización que murieron combatiendo en Tucumán, los terroristas “ajusticiados” por sus propias organizaciones, y tienen su placa allí todos los que murieron atacando unidades militares como las de Azul, Catamarca, Villa María, Formosa, Monte Chingolo, el Comando de Sanidad, etc. También tiene su placa recordatoria el responsable de la voladura del comedor de la Superintendencia de Seguridad Federal, el mayor atentado terrorista perpetrado en la década del ’70 y el segundo de más gravedad en la historia argentina luego del de la AMIA. Del mismo modo se encuentra homenajeado el autor del alevoso atentado contra la Secretaría de Planeamiento del Ministerio de Defensa y varios terroristas que eligieron suicidarse con la pastilla de cianuro.

Casi mil de los homenajeados murieron o desaparecieron antes del 24 de marzo de 1976, por lo que tampoco pueden ser considerados víctimas de la dictadura. Pero las cosas parecen ser como dejamos que nos las cuenten y no como realmente sucedieron. Y los Cáceres Monié, Sánchez, Larrabure, Ibarzábal, Grassi, D’Amico, Lucioni, Berdina, Maldonado, Barceló, Moya, etc; por sólo mencionar a algunos pocos de entre los miles de víctimas militares y civiles del terrorismo demencial, son ignorados por sus propios camaradas de armas, que en vez de abrevar de su heroísmo y enarbolarlos como ejemplo por haber cumplido con el sagrado juramento de haber seguido constantemente la bandera de la Patria y defenderla hasta perder la vida, parecen avergonzarse de ellos y hasta sumarse a una hipotética condena, como si en vez de víctimas, hubieran sido victimarios. Todo eso me duele, y mucho!!.

Los miembros de las Fuerzas Armadas y de Seguridad que restablecieron el orden y la paz en la república cumpliendo inicialmente órdenes de un gobierno constitucional, son tildados peyorativamente de “ex represores” y están presos, siendo la mayoría de ellos mayores de 70 años o estando gravemente enfermos; 696 han muerto hasta la fecha en cautiverio, mientras que a aquellos que iniciaron la lucha desde la clandestinidad utilizando la violencia terrorista contra el Estado Nacional para imponer por la fuerza una dictadura comunista propiciada desde el exterior, se los reverencia casi como próceres, sin que a ninguno se le anteponga el mote de “ex terrorista”, o “ex guerrillero”, o “asesino”. Es más, muchos de ellos están encumbrados en altos puestos gubernamentales desde donde dirigen la venganza sin resquemores de ningún tipo. Pero ¡guay de aquél que ose esbozar una defensa de alguno de los militares detenidos o de la lucha contra la subversión u homenajear a alguno cobardemente asesinado!. Será automáticamente tildado de fascista y condenado públicamente por una sociedad cobarde, cómoda y desagradecida, y por una clase política deplorable, complaciente con 4 décadas de falsedad ideológica y de demagogia barata. Solo los estúpidos, los necios o los malintencionados pueden negar hoy que el objetivo manifiesto de las organizaciones terroristas era crear una dictadura del proletariado con un estado del tipo de la Cuba castrista. Entonces, lo importante es que la guerra se ganó y, al menos hasta hoy, hemos zafado de ser Cuba o Venezuela. ¡Hasta hoy!
Seguramente hemos cometido muchos errores y no hemos hecho todo lo que debíamos, pero aun así estoy convencido de la fuerza y el poder de los valores que oportunamente sustentamos y defendimos.

Después de haber padecido la violencia y la sinrazón de los setenta, y de sufrir en la actualidad la degradación de las Fuerzas Armadas, no puedo menos que sentir una profunda tristeza y melancolía. Yo brego por la justicia y por la paz y sueño con la reconciliación de todos los argentinos, pero para eso hace falta un estado capaz de cobijarnos a todos bajo una misma bandera, conducido por un gobierno que no se dedique a sembrar odios ni divisiones, sino que tenga la voluntad de unir, de hacer prevalecer el bien común y de construir la paz. Todos los argentinos somos responsables de la tragedia que enlutó a nuestro país y todos tenemos la responsabilidad de exigir la paz y la concordia y de trabajar con ese fin. Tal vez el tiempo transcurrido no haya sido aún suficiente para que dejemos de enfrentarnos a la sombra de un pasado trágico. Pero al menos este tiempo transcurrido debería habernos servido a todos para aprender a vivir en paz, trabajando mancomunadamente por una Argentina que crezca y progrese dentro del concierto de las naciones y para rescatar del olvido a nuestros héroes.

Con profundo dolor e impotencia, desde lo más profundo de mi corazón hago votos para que pronto despunte un nuevo Ejército Argentino, que sea garantía de soberanía y de integridad territorial, que custodie el estandarte de las viejas glorias, que vele por el honor de las armas de la Nación y que guarde, renovado, la tradición heroica de quienes hicieron la Patria. Un Ejército que se sustente orgulloso sobre los principios, valores y conductas sobre los que fue creado, y que deben permanecer inalterables a través del tiempo: amor a la Patria, honor, disciplina, subordinación, lealtad, sacrificio, valor, desinterés, espíritu de cuerpo y camaradería.
Los muertos por la subversión y los ancianos que se mueren en prisión, también son, ante todo, nuestros camaradas.

                     ¡¡Jamás olvidaremos!!

 

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