sábado, 17 de febrero de 2018

Zaffaroni, de juez a agitador

(Por Marcelo Romero)- Ahora ha optado por convertirse o, mejor dicho, reconocerse como un militante kirchnerista que opina y asesora desde lo alto del Olimpo de un tribunal supranacional El ex juez de la Corte Suprema de Justicia de la República Argentina, y actual magistrado de la Corte Interamericana de Derechos Humanos lo hizo de nuevo. El gurú del penalismo argentino no puede permanecer callado, no soporta estar ausente de la vidriera política cotidiana; él, como sea y donde sea, habla, habla y habla. No importa que con sus expresiones públicas adelante opinión sobre eventuales puntos a decidir en una controversia en la que le toque actuar como juez internacional y que sea motivo de recusación con causa. Cuando ocupaba su sillón de juez supremo de la República Argentina, emitía permanentemente opiniones sobre política criminal en general y sobre casos judiciales en particular. También es cierto que nunca nadie se atrevió a recusarlo por estos motivos. Como buen gurú, opina de todo: del actual presidente argentino; de las medidas económicas del Gobierno; de la alternancia política que, según él, es la suplantación del sistema republicano; del caos institucional; de la policía; de las fuerzas de seguridad; de las Fuerzas Armadas; de la detención de Milagro Sala; de la imputación a Cristina Fernández de Kirchner, con abominables faltas de respeto a la memoria del asesinado fiscal federal Alberto Nisman incluidas, etcétera. Ahora, pretende que el Gobierno de Mauricio Macri "se vaya cuanto antes", en clara actitud antirrepublicana y, por qué no, golpista. Aunque sus adláteres aleguen extracciones de contexto de sus palabras o situaciones similares. Después de todo, los profanos nunca entendemos al genio. Evidentemente, Su Eminencia ha olvidado el gigantesco y tal vez irreparable daño producido al derecho penal argentino, merced a la doctrina abolicionista por él sostenida, y por miles seguida y admirada. Tal vez padezca de una condición que le impida verse como el gran responsable de una dogmática penal argentina absurda y esquizofrénica, donde el victimario es la víctima y la víctima, el victimario. Muchos me preguntan por qué no lo denuncio penalmente, atento mi condición de fiscal. Creo que, en realidad, necesita un psiquiatra, y de los buenos.

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