miércoles, 17 de enero de 2018

Frenar la fuga de cerebros

(Por Gonzalo Álvarez) - El 29 de diciembre el ministro Oscar Aguad firmó la resolución 1283 para impulsar una profunda reforma de la organización de la carrera militar. La ley 19101, que regula la estructura y la organización de los cuadros de las Fuerzas Armadas de nuestro país, está cerca de cumplir cincuenta años. Es fácil percatarse de que responde a un paradigma de organización del instrumento militar que necesita ser revisado cuando estamos finalizando la segunda década del siglo veintiuno. La decisión del ministro es indispensable y se enmarca en un proceso de reformas significativas en la política de defensa que el Gobierno ha anunciado y tendrá más capítulos durante el año en curso. Será una oportunidad propicia para emprender las mejoras que permitan mantener el interés de los jóvenes que año a año deciden emprender una carrera dentro de nuestras Fuerzas Armadas. Una carrera profesional de nivel universitario, tanto para el personal superior como subalterno, con una planificación y una progresión a lo largo de los años de servicio que les permita mantener un alto nivel de perfeccionamiento mediante formación profesional y estudios de posgrado tanto en el país como en el exterior. Una carrera integrada y adaptada a las nuevas modalidades académicas, vinculada con la dinámica universitaria nacional e internacional, con una estructura salarial acorde con las tareas y las responsabilidades asumidas y, por sobre todas las cosas, que posibilite frenar el éxodo de los cuadros profesionales hacia otras tareas con una mayor remuneración. Pero hay otro éxodo menos conocido, cuantitativamente menor y no ligado a cuestiones estrictamente económicas que esta reforma debería afrontar y resolver. Se trata del éxodo de profesionales formados en ramas técnicas como el caso de los ingenieros militares. Con una alta calificación se han formado en una de las instituciones de más prestigio que tiene la Facultad del Ejército de la Universidad de la Defensa Nacional (UNDef), la Escuela Superior Técnica (EST). Esta casa de estudios, fundada por el general Manuel Savio en 1930, fue el epicentro del desarrollo científico tecnológico y el entramado industrial asociado al sistema de defensa. Hoy en día también su formación se enfoca en visualizar aplicaciones de uso dual (civil y de defensa), medioambientalmente sostenibles y de respuesta a las necesidades productivas del país. Similar suerte corren aquellos integrantes de las Fuerzas Armadas que, en otros ámbitos educativos, con propios recursos y fuera del horario de actividades, logran titulaciones universitarias de grado y posgrado que aportan un valor agregado singular al conjunto las Fuerzas Armadas y no resultan valoradas por la estructura que debería reconocer ese esfuerzo. Los graduados en la EST son profesionales reconocidos en el país y en el exterior cuya formación estuvo originalmente pensada para nutrir ese sistema de investigación y desarrollo y la vasta red de fábricas militares. Dos décadas sucesivas de políticas de desguace y expansión clientelar han dejado un sistema que no absorbe a esos nuevos cuadros y margina esas vocaciones técnicas, por lo que aquellos que tienen máxima formación, se gradúan de maestrías y doctorados en centros de investigación de excelencia de nivel mundial, no siempre cuentan con una estructura de carrera que los incentive a seguir perteneciendo al sistema y aplicando sus conocimientos dentro de la misma fuerza que los necesita. En algunos casos la consecuencia es casi inevitable, solo un pedido de pase a retiro temprano permite continuar su realización académica frente a la única opción que se les presenta de pasar a ejercer una jefatura en unidades operativas, enfocados a tareas administrativas y alejados de la aplicación de lo que fue su formación técnica. En el mejor de los casos ese investigador de la más alta calificación se queda dentro del sistema científico nacional trabajando en otra institución pública. El Estado invirtió más de veinte años y cuantiosos recursos en consolidar un capital humano del más alto nivel, no solo en aspectos técnicos, sino en capacidades de conducción, planificación y operación en condiciones altamente demandantes y no adecua una oferta de carrera profesional que permita conservarlo. Inclusive, ya ante el desenlace inminente, tampoco se establecen mecanismos efectivos para mantener vinculaciones en el ámbito de las reservas. Este marco representa lo que se denomina Estado bobo. En su discurso del pasado 27 de diciembre, en el acto de la graduación conjunta de los nuevos alférez, guardiamarinas y subtenientes, el ministro Aguad sostuvo que el factor tecnológico será esencial en el proceso de transformación de las Fuerzas Armadas que el Gobierno está impulsado y agregó que este proceso involucrará a todas las variables de la organización, recursos humanos, educación, sistema de armas, sistema de adiestramiento, procesos lógicos, gestión de la información, doctrina y sistemas de comando y control. En dicha oportunidad manifestó: "Cambiaremos el perfil de las Fuerzas Armadas de hoy, equipadas con armas y materiales clásicos, que progresivamente deberán incorporar sistemas de armas no clásicos, basados en personal idóneo y nuevas tecnologías: robótica, nanotecnología, sistemas aéreos no tripulados, posicionamiento satelital y cibertecnologías. En ese orden, estamos preparando la educación para aproximarse a la comprensión de un mundo donde los desafíos del siglo XXI obligarán a desempeñarse en escenarios complejos, con alto grado de incertidumbre". Para ello es indispensable apostar y continuar con una fuerte formación profesional del más alto nivel, crear los incentivos de carrera indispensables para retener a los cuadros militares, para capitalizar, dentro del ámbito de la defensa, la etapa productiva de los profesionales formados. Con ello se potenciarían las capacidades técnico-científicas de las Fuerzas Armadas, lo que les permitiría integrarse, desde su identidad, con otros sectores del Estado, articulando acciones de desarrollo nacional dentro del sector productivo. Este es un ejemplo de los desafíos que los responsables de diseñar la nueva estructura de carrera de nuestras Fuerzas Armadas tienen por delante, en un mundo globalizado, con tecnologías emergentes y altamente demandante de profesionales que aborden desafíos más allá de la frontera de lo posible, como lo supieron hacer exitosamente sobrados ejemplos de nuestra historia argentina.

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