miércoles, 22 de mayo de 2013

Tte Grl D Jorge Rafael Videla ¡QEPD!

Harán leña del árbol caído. Le endilgarán el infierno para esconder sus propios demonios. Murió el Hombre que molestaba. Molestaba por su valentía. Molestaba por su austeridad. Molestaba por su silencio. Molestaba por su honestidad. Molestaba porque cuando habló siempre dijo la verdad. Molestaba porque nunca se quebró. Molestaba porque nunca dejó de ser soldado. Molestaba porque hizo lo que nadie: asumir su responsabilidad. “Asumo toda la responsabilidad” dijo frente a cada tribunal que lo persiguió con saña en busca de venganza. Lo que nunca otros, él sí. El General Jorge Rafael Videla fue presidente de facto de la República Argentina entre 1976 y 1981. Se hizo cargo del Proceso de Reorganización Nacional, tras el cual Argentina legó la democracia más estable y duradera de la historia. Y sí, la más corrupta también. Cuando Videla pasó a retiro como militar, entregó la presidencia. Así que veleidades de dictador por lo visto, no tenía. El General Videla no murió el viernes 17 de mayo, sino que fue asesinado por el régimen que nos gobierna. Cuando lo arrancaron de la prisión de Campo de Mayo, tenía las clavículas quebradas por una caída. En el Hospital Militar sus hijos y sus nietos debían alimentarlo en la boca. Recuperado, fue llevado al penal de Marcos Paz. Pocos días antes de su muerte, Videla, de 87 años, fue llevado a declarar en muy malas condiciones de salud. Caminaba con dificultad y había perdido de manera preocupante la memoria y la ubicación en el espacio y en el tiempo. Ese mismo día, antes de ser llevado a declarar por millonésima vez, Videla se desvaneció en la ducha del Penal. Y a pesar de no haberse recuperado, igualmente lo arrastraron a la función del circo: tribunales. Para aquellos que no lo saben, llevar a una persona a declarar a tribunales desde el penal de Marcos Paz insume todo un día. Se lo levanta a las 4 o 5 de la mañana, se hacen los trámites mientras el preso espera arriba de una camioneta encerrado en un cubículo de medio metro cuadrado, se lo traslada a tribunales, se lo aloja en una celda, se lo lleva luego al piso del tribunal, se lo sienta durante horas, y una vez terminada la audiencia se hace el camino inverso. Con suerte, el preso que se levantó a las 4 de la mañana, vuelve al Penal a las 9 de la noche. Ese día el preso debe aguantar con apenas una vianda de pan duro. Imaginen entonces este periplo en una persona de casi 90 años con serios problemas de salud. Y sí, es lo que ocurrió, le hicieron vivir el calvario el lunes, y el viernes murió crucificado. El General Videla estaba detenido en una cárcel que no está en condiciones de atender ni contener a personas ancianas con enfermedades crónicas. Por eso en Argentina casi no hay presos mayores de 70 años en cárceles comunes. Salvo los militares, porque para el régimen kirchnerista, en la persecución a los soldados que combatieron al terrorismo en los años 70 vale todo. Violar todas las leyes y deshacerse de todas las garantías. Varios meses atrás, el Servicio Penitenciario Federal dijo haber recibido una amenaza de muerte contra Videla. Según ellos, la amenaza provenía del mismo penal y de algunos de sus propios camaradas. Mentira. Pero esa mentira fue la excusa para que el General Videla fuera aislado de todos sus camaradas, trasladado a un sector especial y con custodia permanente del Servicio de Inteligencia del Estado. Escarmiento por hablar con la prensa. El jueves 16 de mayo Videla no pudo cenar pues tenía una fuerte descompostura y fue llevado al Hospital del Penal, que para que usted entienda, es una especie de sala de primeros auxilios en estado deprimente. Como no le encontraron “nada preocupante”, supongo que en la ropa, porque allí no hay complejidad para nada más que examinar un pantalón, lo volvieron a trasladar a su celda de aislación… donde fue encontrado sin vida pocas horas después. Videla tenía que morir así. El régimen necesitaba verlo morir así. Necesitaba eso para luego armar el cirko decadente de las declaraciones ampulosas Fue patético ver a funcionarios enriquecidos hasta la fastuosidad en la función pública, hablar de la moral de un hombre que, habiendo tenido en sus manos el país durante casi seis años, vivió en la más sencilla austeridad. Siempre me indignó la hipocresía. La de cualquiera. La de los Bulgheroni que en los 70 visitaban a Videla como grandes amigos, o la hipocresía de mi vecino que anda un 0 Km. y no paga las expensas. Yo no conocí a Videla en los 70. No bebí las mieles del Poder ni saqué réditos económicos en su gobierno, como muchos de los que ayer lo hicieron y aún así, hoy escribieron barbaridades de un hombre no se merecía esa felonía ni de los Mitre, ni mucho menos de Ernestina Herrara de Noble. Yo a Videla lo conocí en las malas, solitario y encorvado acarreando sus petates hacia una mesa de visitas en un Penal de Máxima Seguridad. El Soldado de hablar pausado, el de hablar sereno, el de hablar en voz baja... lejos de aquellas arengas a viva voz. Nos concedió el honor de darnos permiso para que Ricardo Angoso pudiera entrevistarlo. Queríamos que sus palabras no fueran sacadas de contexto, como sospechábamos ocurriría con Ceferino Reato. Lo pudimos grabar y contestó con total lucidez. Pudimos hacer publicar la entrevista en un medio de Europa. Muchos necesitábamos sus porqués. Tuve la oportunidad de decirle gracias... ahí, en la soledad de una mesa en un rincón alejado de un salón enorme de un penal de máxima seguridad. ¿Porqué gracias?, me preguntó en voz baja... General, porque cuando la Patria pasó lista usted dijo presente, y porque cuando los hipócritas y cobardes le pasaron facturas que no eran suyas, usted no dejó de ser Soldado y asumió la responsabilidad. Yo conocí a Videla en la malas, y aún así, lo vi más Soldado que nunca. Y eso es algo que los cobardes y los corruptos no soportan, por eso vomitan lo que vomitaron. En Argentina, los militares presos por haber combatido al terrorismo en los años 70, han sido perseguidos abiertamente, acallados deliberadamente y estigmatizados sin pudor. El Estado ha dedicado tiempo y dinero en pintar de color rosa a los grupos terroristas que asolaron a la República Argentina durante casi dos décadas. Se esforzaron en enseñar la versión de un terrorismo “idealista” y “romántico”, como una forma perversa de maquillar los violentos años escarnecidos de un país que se desangró, dolorosamente, en intestinos egocentrismos. Sin embargo, y no es casual, poco y nada podemos encontrar sobre la visión de los protagonistas militares. En los años 70 yo iba a la escuela primaria. Quiero decir que toda mi vida de adulto la viví en una democracia que, por alguna razón que nunca alcancé a comprender, intentó ocultar la historia y la palabra de los militares que tuvieron que combatir a un terrorismo impiadoso y especialmente cruel, que no dudaba en atentar con bombas, acribillar por la espalda o secuestrar a sus víctimas para luego fusilarlas en algún sótano “revolucionario”. Unos días antes de su aislación, el General Videla les había dicho a sus compañeros de prisión que prometía ser el último en salir del Penal, si no moría antes. Y murió nomás. Y los que se han cansado de robar el país, aprovecharon el insulto y la descalificación. Comprensible molestia. Es que el Videla soldado los ha vencido. El Videla austero, los ha puesto en evidencia. El Videla católico los ha perdonado…y el Videla “monstruo” no lo compró nadie. Solo existe en la mente de los que ayer desangraron el país para hacerse del poder, y hoy, con el poder absoluto, aprovechan para saquearlo… ¡General Videla!... descanse en paz. (Horacio Ricardo Palma - El Día de Gualeguay (Gualeguay)) GRACIAS GENERAL!!! Estaba dispuesta a pelear con él, a rogarle si era necesario que deje de hablar con la prensa; con los pseudo escritores como Reato que torcían sus palabras para generar escándalo y  llevar agua para su molino. Desde mi punto de vista los militares y policías acusados por crímenes de “lesa” humanidad no deberían hacer declaraciones: porque el enemigo no quiere la verdad, sólo quiere más guerra y las palabras son balas que usan  para rematarlos. Fui a la cárcel Federal de Marcos Paz con la idea de pedirle que deje de hablar con el periodismo. -Dra. me dicen que quiere hablar conmigo... Y entonces lo conocí: el Teniente General Jorge Rafael Videla era más pequeño de lo que imaginaba, estaba muy delgado, algo encorvado...no se qué esperaba ver. La propaganda ha sido tan fuerte durante estos casi cuarenta años que pensé que vería a un gigante. Era un ancianito. Le dije que sólo quería conocerlo, le pregunté por su salud y sus condiciones de detención; creo que sólo intercambiamos palabras de cortesía. Sentí la necesidad de despedirme diciendo: “General...es un honor”. De ese rostro árido como un desierto se abrieron dos grietas semejando una sonrisa. Unas pocas gotas de agua llovieron sobre ese desierto de dolor. Me alegro de haberle deparado, al menos, esas pocas gotas de agua a un hombre sediento, lastimado por el absurdo. Fue la única vez que lo vi y me enorgullece haber aliviado  aunque fuera en unas gotas su calvario. Si no hiciera nada bueno en mi vida, esas pocas gotas de agua me justificarían ante Dios. Casi cuarenta años de propaganda han intentado convertir a un hombre en un monstruo. Un hombre no muy sobresaliente quizá; ni muy bueno ni muy malo. Tal vez acarreando la carga de no haber sido más firme cuando todo se desbandó. Si quieren encontrar un monstruo en Videla busquen en otro lado. El no tuvo ni el control, ni el conocimiento de todo lo que pasaba durante la lucha antisubversiva. Igual se hizo cargo, entonces y ahora, como si hubiera dado las órdenes personalmente. Un sentido del deber que raya en el orgullo lo obligo a hacerse cargo sin ser más que un responsable formal. Como un marido engañado le pone su nombre a la criatura de la esposa infiel. Los enemigos deberían reflexionar: casi cuarenta años de propaganda no han servido de nada. Mucha gente idealiza a Videla como si hubiera sido un héroe. La propaganda no consiguió la reacción pavloviana de odiar automáticamente un rostro, un nombre. No funcionó degradar a un ser humano al estado de “cosa”, objeto sin sentimientos, objeto de un odio sin culpas, odio liberador que vuelca nuestras propias faltas sobre la cosa para destruirla con placer. La gente no odia a Videla. Los terroristas del pensamiento no entienden: si se repite hasta el cansancio una  mentira debería convertirse en realidad pero a Videla la gente no lo odia. La Revista Barcelona quiso instaurar el “día del hijo de puta” en el cumpleaños de Videla. Tuvieron que abandonar la idea porque no obtuvieron eco. ¿Por qué la gente no lo odia? Desde que murió, el pensamiento oficial ha intentado crear un microclima. El periodismo y la política se apresuran a insultarlo. El que dice cosas más fuertes merecería la cucarda más grande. Los políticos argentinos son una historia aparte. Cobardes, nadie saca los pies del plato. Aceptan que los que chillan más alto tienen razón o deberían tenerla. No tenemos un político que nos saque de esta debacle moral y, por eso, la gente idealiza a Videla. Porque Videla nunca se entregó, nunca agachó la cabeza, siempre los desafió. Hasta el último día de su vida les sostuvo la mirada, los insultó: “Justicia vacía de contenido”. No podía mantenerse en pie y los desafiaba. Nunca lo doblegaron. Y no es que no haya sufrido ni que fuera un superhombre. Era un hombre, nada más pero nada menos. No importa si somos más o menos fuertes, si somos ancianitos encorvados o si tenemos o no con qué pelear. Existe un reducto de nuestra alma que no puede ser conquistado y eso es lo que nos da dignidad de persona. ¡Hoy una persona se fue con Dios, al que tanto le rezaba por las tardes el rosario!. Sin duda Dios que todo lo ve sabe que sufrió sin quejarse, que no tuvo ambiciones personales, que no tuvo bóvedas con dinero malhabido y que con sus virtudes y sus defectos cumplió con su deber de defender a la Patria.

1 comentario:

  1. QEPD!! Tte Grl Videla... Ud cumplió con su juramento... defender a la Patria hasta perder la vida. Elevo una oración en su memoria. Ibatín

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