miércoles, 8 de mayo de 2013

Algo más sobre el matrimonio K...

Eduardo Levy Yeyati, ex economista-jefe del Banco Central, además de ejecutivo de Barclays, y hoy día al frente de su consultora Elypsis; y Marcos Novaro, sociólogo y filósofo, con una activa participación en medios gráficos de comunicación, son autores de un interesante ensayo acerca de Néstor y Cristina Fernández de Kirchner, titulado ‘Vamos por Todo – Las 10 Decisiones Más Polémicas del Modelo’ (Sudamericana). “Vamos por Todo” fue una expresión de Cristina Fernández de Kirchner, en Rosario, Santa Fe, el lunes 27/02/2012. ¿Por qué lo dijo? Porque lo pensaba, sin duda. Ella había iniciado su 2do. mandato 78 días antes, y todavía no había perdido la popularidad que lleva despilfarrada hasta el presente. Sin duda fue una expresión triunfalista, tan exagerada como inadecuada: el miércoles 22/02/ 2012 había ocurrido la tragedia del tren N°3.772 de Trenes de Buenos Aires, en Plaza Once, falleciendo 51 personas. La convocatoria era para rendir honores a Manuel Belgrano, a quien ella había considerado su prócer favorito, pero casi ni recordó al creador de la bandera nacional. El “Vamos por Todo” se convirtió en una expresión representativa de la ampulosidad gestual de la Presidente de la Nación, y también un ejemplo de su ambición. Por lo tanto, fue un grave error. Es comprensible que, a la hora de elegir un título para su obra, que represente de qué trata el kirchnerismo, Eduardo Levy Yeyati y Marcos Novaro eligieran esa expresión presidencial: ¿No fue Néstor Kirchner el primero que, allá por 2003, comenzó a ‘filtrar’ que había llegado para quedarse, por lo menos, 20 años (5 mandatos presidenciales)? El Frente para la Victoria aborrece la alternancia en el poder. También desprecia la división de poderes (la Argentina se encuentra en vísperas de la reforma judicial) y anhela la hegemonía. Es cierto que gozó de una oportunidad histórica que le permitió incrementar su ambición, y concretarla en parte. Pero también lo es que cometió enormes errores, que le impidieron aprovechar esa ventaja, y acabaron erosionándolo en forma irrecuperable. La década en el poder no fue uniforme. Yeyati-Novaro consideran que hubo unabisagra, que es muy importante considerarla, y que ellos ubican en 2007. Así la fundamentaron: “Dos mil siete fue un año bisagra, si acaso esa expresión tiene algún sentido. con el país creciendo al 9%, el pago al FMI en enero de 2006 se sintió no tanto como una sobreactuación de soberanía sino como el final feliz de una crisis que en 2002 se anticipaba eterna. En este contexto, el período que comienza en 2007 no formaba parte del guión. Era la secuela, todo estaba por escribirse. Esta historia pudo haber sido una de las más breves, entre las tantas historias de gobiernos breves que ha tenido la Argentina. Es un hecho que en julio de 2008, en las postrimerías de la crisis del campo, y a poco más de seis meses de asumir, por impulso de su marido y ex Presidente, Cristina Fernández de Kirchner (CFK) estuvo muy cerca de renunciar. Abandonar entonces la Presidencia habría implicado, sin duda, el fin de su vida política. Es más, la habría condenado al escarnio público y al juicio lapidario de la historia, en la que podría, sin excesos, describirse como la coronación de su sorprendente proceso de autodestrucción. Pero pudo ser también muy prolongado, tan exitoso y prolongado que hoy no pudiéramos imaginar siquiera su conclusión: al menos así llegaron a verse las cosas a fines de 2011, cuando CFK pareció tocar el cielo con las manos, reuniendo en ella un grado de adhesión popular y de control de los resortes del poder político y económico del país que nadie había alcanzado en décadas. Un poder, en suma, que pareció autorizarla a hacer planes más allá de cualquier límite u obstáculo, para perpetuarse y moldear el país a voluntad, modificar el régimen político, y también el económico, en forma tal vez irreversible (…)”. La expresión “Vamos por Todo” es consecuencia de esa situación. Cristina falló en 10 acontecimientos que provocó, y que en verdad fueron 10 decisiones propias, que permiten estructurar los capítulos del ensayo: 1. El INdEC y la intervención de la realidad. Cuando ella le ordenó a Guillermo Moreno la intervención del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos. 2. La 125, a matar o morir. Cuando ella, su marido Néstor Kirchner y su jefe de Gabinete, Alberto Fernández, autorizaron al ministro Martín Lousteau a redactar la Resolución 125; y luego decidieron no revisarla sino confrontar con los productores agrícolas. 3. Vivir con lo nuestro: la estatización de los ahorros previsionales. Cuando ella aceptó el consejo de Amado Boudou y se apropió de los recursos de millones de argentinos, que administraban las AFJP. 4. Testimoniales, adelantamiento  y derrota. Cuando ella cedió al reclamo de su marido Néstor, e impulsó, en 2009, el anticipo electoral y la presentación de candidaturas testimoniales en las que arriesgó a buena parte de sus colaboradores y aliados. 5. Ley de Medios para matar al mensajero. Cuando ella decidió interpretar, al igual que su marido Néstor, que la culpa de la derrota de 2009 fue el tratamiento informativo que le brindó Grupo Clarín (una exageración de ambos y un menosprecio por lo que realmente significó para la sociedad argentina el choque con el campo, en 2008), y anunció el proyecto de Ley de Servicios Audiovisuales de Comunicación. 6. Dame lo que tengas: de las reservas al corralito. Cuando ella decidió impulsar sucesivas restricciones cambiarias, que concluyeron en el cepo, menospreciando los reclamos de una porción considerable de la sociedad argentina, con la que decidió confrontar una vez más. En fin, cada capítulo tiene su explicación. 7. Muerte y resurrección del relato. La expresión más acabada de esto fue el ‘marketing del luto’, durante 2011, apelando al cadáver de Néstor para recuperar la Administración que iba cuesta abajo. 8. El abandono de los servicios públicos y la venganza de la realidad. Cuando ella incumplió con sucesivas promesas de ordenar los servicios públicos subsidiados y mal gerenciados. El sistema eléctrico, petrolero y más recientemente el ferroviario, han colapsado. La tragedia en Plaza Once fue el símbolo del fracaso. 9. Vivir con lo puesto: la prematura agonía de la sintonía fina. Cuando ella incumplió su promesa preelectoral de 2001: ella había pedido el voto para iniciar lo que se denominó la “sintonía fina” o sea una rectificación de ciertos problemas que ya padecía el ‘modelo’. 10. Vamos por Todos: Cristina eterna. Aquel exabrupto que provocó el título del libro, representación del deseo de permanecer mucho tiempo más en el poder. En la década de los K, hay dos etapas muy diferentes entre sí. La 1ra. parte fue Kirchner heredando el esquema institucional y la política económica de Eduardo Duhalde. Eso explica que de Duhalde a Kirchner pasaran: Alberto Fernández, Aníbal Fernández, Roberto Lavagna, José Pampuro, Daniel Scioli, Carlos Mosse, Juan Carlos Pezoa, Alfonso Prat Gay… En los años siguientes, Kirchner intentó, progresivamente, desprenderse de Duhalde, y concentrar poder. Pudo concretarlo porque hubo bonanza en la economía. La 2da. parte fue la libertad o autonomía, y ya más adelante la independencia absoluta con la reelección de Cristina, en 2011, pero sin bonanza: tiempos devacas flacas. Hay una interesante descripción de esto último, en el libro, sin duda surgida de la visión más técnica del economista Levy Yeyati: “(…) ¿Qué hizo la Argentina en la década pos convertibilidad? En un primer momento, con ingresos crecientes de las exportaciones de granos, y saliendo de una recesión brutal, había que gastar. Gastar, la salida keynesiana a una recesión, era en ese contexto anticíclico, en la medida en que ayudaba a cerrar la diferencia entre la capacidad instalada y la utilizada: el gasto generaba demanda, que llevaba a la actividad económica más cerca de su nivel potencial, generando más empleo y, a su vez, más demanda, etcétera. En 2006, la situación era distinta. Con 3 años de fuerte recuperación, la diferencia entre capacidad y utilización se había achicado y el gobierno enfrentaba la necesidad de sacar el pie del acelerador, por ejemplo, reduciendo los subsidios de servicios públicos o elevando la tasa de interés para atraer ahorros al mercado doméstico. Pero el crecimiento es popular por buenas razones, y los costos del recalentamiento suelen ser diferidos. Así que el pie siguió pisando hasta el fondo y la Argentina siguió creciendo, a expensas de la inflación, la escalada de subsidios y el agotamiento del superávit fiscal. Uno podría argumentar, mecánicamente, que la politíca pasó de anticíclica a procíclica en algún momento de 2006. Pero la verdad es que la política económica del kirchnerismo siempre fue la misma: tarifas y tasas por el piso para subsidiar el consumo y la recaudación, a expensas del ahorro. Lo que cambió fue el ciclo económico: en la recesión al modelo, inmutable, le tocó ser anticíclico. En la exposición, procícilico. En noviembre de 2009, con la economía ‘groggy’ y tras la quiebra de Lehman, la política no cambió mucho pero, por 1 año, volvió a ser anticíclica. A partir de 2010, y hasta la elección de octubre de 2011, se mantuvo con fuerza el crecimiento del gasto y la emisión de dinero, nuevamente procíclicos. Recién en 2012, con el agotamiento de los recursos, el gobierno se vio forzado a ensayar una tibia desaceleración del gasto, con especial foco en las provincias díscolas. Como para entonces la economía estaba fría, esta corrección del gasto volvió a ser procíclica, esta vez restándole impulso al crecimiento.(…)”. Desde el punto de vista de este lector, al libro le faltó un capítulo, que es clave para explicar los sucesos presentes y futuros: la administración de la corrupción. Sin duda que Néstor Kirchner tenía organizado un sistema de recaudación o política o personal de dinero que el Estado pagaba a contratistas y concesionarios.Entre todas las deudas de la democracia argentina, la corrupción de sus políticos es la más importante porque ha dejado heridas que difícilmente cicatricen en la anatomía de la República. Hoy día, el gobernante se enriquece como una conducta estándar. Pareciera que goza de impunidad para ello, y basta con apreciar lo que ha ocurrido en provincias, municipios, organizaciones sociales, y obviamente el Ejecutivo Nacional, que es un tema de moda. En el peronismo, el enriquecimiento del gobernante es más tolerado que en otras estructuras políticas argentinas. Probablemente se remonte a la cooptación que hacía Juan Perón del conservadorismo popular y otras fuerzas con las que construyó su Movimiento, ya en el poder, habiendo decidido prescindir del Partido Laborista. En cualquier caso, desde fines del siglo 20 ha sido potenciado en forma increíble y preocupante. La rueda de la fortuna personal del kirchnerismo tuvo un momento muy trágico, pero que en ese momento no fue investigado tal como correspondía: el asesinato, en agosto de 2008, de Sebastián Forza, Damián Ferrón y Leopoldo Bina. No menos truculento aunque sí menos sangriento es el capítulo 2013, con Jorge Leonardo Fariña, Federico Elaskar, Lázaro Báez, etc. A los efectos del libro de Levy Yeyati y Novaro, una decisión fundamental de la Administración Cristina ocurrió cuando, según se afirma en los corrillos políticos, la red organizada por Néstor, que va de Lázaro Báez a Cristóbal López -ya sin Claudio Cirigliano, por ejemplo-, que se encontraba en peligro de deriva luego del fallecimiento de su líder, fue reordenada por la Administración Cristina. Probablemente aquella decisión, que se remonta a 2011, fue la decisión personal más secreta e intensa de Cristina Fernández de Kirchner. Los alcances de esa cuestión provocarán ríos de tinta en el futuro que viene.

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